jueves, 30 de abril de 2020
" A enredar los Cuentos " Caperucita
¿ Conocen a Caperucita ?
¿ De qué color es la Caperucita que conocen ?
Les vamos a dejar otra versión para que lean el Cuento de " Caperucita "
A ENREDAR LOS CUENTOS
"CAPERUCITA"
- Érase una vez una niña que se llamaba
CAPERUCITA AMARILLA.
- ¡ No, Roja !
- ¡ Ah !, sí, CAPERUCITA ROJA, su mamá la llamó y le dijo:
" Escucha, CAPERUCITA VERDE..."
- ¡ Qué no, Roja !
-¡ Ah !, sí Roja. " Ve a casa de tía Diomira a llevarle esta torta de manzanas "
- No: " Ve a casa de la abuelita a llevarle este pastel "
- Bien. La niña se fue al bosque y se encontró a una jirafa.
- ¡ Qué lío ! Se encontró al lobo, no a una jirafa.
- Y el lobo le preguntó: " ¿ Cuánto es seis por ocho ?.
- ¡ Qué va ! El lobo le pregunto: " ¿ Adónde vas ?.
- Tienes razón. y CAPERUCITA NEGRA respondió...
- ¡ Era CAPERUCITA ROJA, ROJA, ROJA !
- Sí. Y respondió: " Voy al mercado a comprar salsa de tomate ".
- ¡ Qué va !: " Voy a casa de la abuelita, que está enferma, pero
no recuerdo el camino ".
- Exacto. Y el caballo dijo...
- ¿ Qué caballo ? Era un lobo.
- Seguro. Y dijo: " Toma el tranvía número 75,
baja en la plaza de la Catedral, girá a la derecha,
y encontrarás tres peldaños y una moneda en el suelo;
deja los tres peldaños, recoge la moneda y cómprate un chicle ".
- Tú no sabes contar cuentos en absoluto, abuelo.
Los enredas todos. Pero no importa, ¿ me compras un chicle ?
- Bueno, toma la moneda.
Y el abuelo siguió leyendo el periódico.
AUTOR: Gianni Rodari.
Chicos!!!
Luego de leer el cuento " A enredar los cuentos ",
Inventá tu propia Caperucita.
¿Te gustaría dibujarla?
¿Qué color la vas a pintar ?
Cuento: " Caperucita roja "
Personajes en cuarentena...
¿Qué pasará con los personajes de los cuentos durante la cuarentena?
¡Sólo la imaginación no se encuentra en cuarentena!
Los invitamos a ver este video:
Hace clip acá.
miércoles, 29 de abril de 2020
Para momentos de disfrute...
* Juegos para armar y disfrutar, con materiales reciclados:
https://www.anayainfantilyjuvenil.com/noticia/apunta-al-blanco/
* La Cantiteca de los Canticuénticos: Para cantar, bailar, conocer y divertirse:
https://www.youtube.com/playlist?list=PLdZer5rPXeacrmBC_U1rG0-8CEbZllJeI
* Los cuadros más famosos del Museo del Prado explicados para el público infantil:
https://www.youtube.com/watch?v=PC_NxAhTlZc&list=PL8S8EUbs69xK5gr2N12d8qnHpcNZQTTQ6&index=2&t=0s
* Guía práctica para sobrevivir con arte, de la artista plástica mexicana Paulina Carretero:
https://www.youtube.com/watch?v=sC_EX0cgsJw
martes, 28 de abril de 2020
¿Se puede jugar con las tablas de multiplicar?
Sí, se puede.
Acá dejamos juegos de multiplicación para todos.
1. Para los que comienzan con ellas: Multiplicar con gatos
2. Para los que comienzan, pero no les gustan los gatos: Multiplica con SpuQ
3. Para los valientes: Memotest
4. Para los que se las saben todas: Grand Prix Multiplication
lunes, 27 de abril de 2020
Canción: " Del camino lo que ví " del Dúo Karma
Les dejamos la canción " Del camino lo que ví "
del Dúo Karma
¡ A cantarla !
Hacé clip acá.
Escucharla. Reconocer todos los personajes y objetos.
¡ Esperamos les guste !
viernes, 24 de abril de 2020
Cuento: " Pulgarcito " Versión de Charles Perrault
Les dejamos el Audio Cuento: " Pulgarcito "
Versión de Charles Perrault. ( Narradora: Moninna ).
A disfrutarlo!!!
Hacé clip acá.
Cuento: " Brujas con poco trabajo " Autora: Silvia Schujer, Ilustraciones de Gabriela Burin.
¿Las brujas tienen poco trabajo? Para atender esta cuestión, un curioso periodista y un fotógrafo, visitaron a Frígora, una bruja que se las trae…
A raíz del anuncio que apareció en diversos diarios ''Bruja se ofrece para todo trabajo'' un periodista y un fotógrafo entrevistaron a Frígora para ampliar la información.
-Es que todo cambió mucho: ya no nos llaman para asustar a los niños que no toman la sopa... No nos convocan para tantos cuentos... ¡Hasta nos confunden con cualquier mortal!
Y después de aquel encuentro, las cosas quedaron bien claras: las brujas existen y quieren trabajar.
¡ Escuchen con atención al narrador anónimo de este cuento, vean sus divertidas imágenes !
Hacé clip acá.
jueves, 23 de abril de 2020
" 23 de Abril Día Internacional del Libro "
" 23 de Abril Día Internacional del Libro "
El Día Internacional del Libro se celebra desde el año 1.988,
cada 23 de Abril a nivel mundial con el objetivo de fomentar la
lectura, la industria editorial y la protección al derecho de
autor. , ( promovida por la UNESCO ).
Les dejamos una video para Ustedes y sus familias,
realizado por la " Feria Internacional del Libro de
Buenos Aires " en Homenaje a los escritores argentinos.
Hacé clip acá.
miércoles, 22 de abril de 2020
22 de abril: día de la Tierra
Tenemos derecho a vivir en un ambiente sano y protegido, por eso es muy importante que la cuidemos.
Hagan una lista de las ideas que se les ocurran para cuidarla y péguenla en un lugar visible, para no olvidarse.
Si hacen click sobre la imagen, podrán disfrutar de un video que les cuenta más.
martes, 21 de abril de 2020
Uno... que nos asuste a todos...
Cuentos surtidos: dos de miedo, uno de superhéroes
Esta vez, hay de dos gustos, perdón, de dos clases de cuentos. Alguien querrá de una clase, otro de las dos... ustedes elegirán.
* Saracino, Luciano (guionista) y Rossia, Fernando (dibujante) crearon juntos a Ciro Todorov, el niño lúgubre. Aquí, una de sus historias, si hacen click en Un gallo vampiro.
lunes, 20 de abril de 2020
Listado de Recursos Seguimos Educando
El programa Seguimos Educando es una propuesta de acompañamiento a las iniciativas de jurisdicciones, escuelas y educadores.
Hacer clip acá
viernes, 17 de abril de 2020
Todo sobre los barbijos caseros
¿Son obligatorios los tapabocas en la Provincia de Buenos Aires?
En esta noticia lo explica muy bien.
¿Quiénes no deben usar tapabocas o barbijo casero?
¿Por qué barbijo casero y no quirúrgico o reglamentario?
- Se ajusten bien y con comodidad contra el puente nasal y el costado de la cara.
- Estén asegurados con lazos o elásticos para las orejas.
- Tengan por lo menos dos capas de tela.
- Permitan la respiración sin problemas.
- Se puedan lavar y secar sin daños ni modificar su forma.
- Dos rectángulos de tela de algodón de 26 x 16 cm
- Dos piezas elásticas de 15 cm (gomas, cuerdas, tiras de tela o cintas para el cabello)
- Aguja e hilo
- Tijeras
- Recortá dos rectángulos de tela de algodón de 26 x 16 cm. Usá tela de algodón con entramado compacto (ej. sabanas de algodón). La tela de una remera puede funcionar en caso de necesidad. Apilá los dos rectángulos; cosé la máscara como si fuera una sola pieza de tela.
- Doblá sobre los lados largos 1 cm y hacé el dobladillo. Luego doblá la doble capa de tela sobre 1,5 cm a lo largo de los lados cortos y cosé hacia abajo.
- Pasá una longitud de 16 cm de elástico fino a través del dobladillo más ancho a cada lado de la máscara. Estos elásticos serán los porta orejas. Usá una aguja grande para pasarlo. Atá bien los extremos. Si no tenés elástico podés usar cintas para el pelo o cintas elásticas para la cabeza. Si tenés una soga, podés hacer los lazos más largos y atar la máscara detrás de la cabeza.
- Tirá suavemente el elástico para que los nudos estén metidos dentro del dobladillo. Juntá los lados de la máscara en el elástico y ajustalo a tu rostro. Luego, cosé con seguridad el elástico en su lugar para que no se deslice.
- Antes de ponerte un barbijo, lavate las manos con agua y jabón o con un desinfectante a base de alcohol.
- Cubrite la boca y la nariz con el barbijo. Que no haya espacios entre tu cara y la máscara.
- Evitá tocar el barbijo mientras lo usás; si lo hacés, lavate las manos con agua y jabón o con desinfectante a base de alcohol.
- Cambiá de barbijo en cuanto esté húmedo o visiblemente sucio.
- Para quitarse el barbijo: Hacerlo por detrás sin tocar la parte delantera del barbijo, colocalo inmediatamente en un recipiente cerrado y lavate las manos con agua y jabón o con desinfectante a base de alcohol.
miércoles, 15 de abril de 2020
"Canción para bañar la luna" de Maria Elena Walsh por Victor Heredia
Les dejamos una hermosa cación de María Elena Walsh, cantada por Victor Heredia.
A disfrutarla, hacé clip acá.
lunes, 13 de abril de 2020
" El Domador de monstruos " Autora: Ana María Machado
Les dejamos este hermoso cuento para que lo disfruten con sus familias...
" SERGIO ES UN NIÑO COMO CUALQUIER OTRO: UNAS VECES TIENE MIEDO, Y OTRAS, ES VALIENTE. UNA NOCHE ANTES DE DORMIRSE..."
Para escuchar este hermoso cuento!!!
Hagan clip acá
viernes, 10 de abril de 2020
jueves, 9 de abril de 2020
Irulana y el Ogronte Autora: Graciela Montes
Esperamos lo disfruten!!!
Clip aquí.
miércoles, 8 de abril de 2020
martes, 7 de abril de 2020
lunes, 6 de abril de 2020
Nos informamos para cuidarnos sobre COVID19
Recomendaciones generales
- vas al baño,
- antes y después de comer,
- al ingresar de la calle a tu casa o trabajo,
- después de tocar dinero, llaves o animales,
- después de toser o estornudar (si usaste tus manos)
Cambios en el comportamiento social
- Respetá la distancia social entre personas. Recomendamos estar a un metro y medio de distancia entre personas, en todos los espacios públicos (transporte, locales, cajeros), oficinas y aún dentro del hogar.
- Evitá dar la mano, abrazar o besar a otras personas.
- No compartas el mate, la vajilla ni los cubiertos.
- No visites a personas vulnerables, como las que se encuentran en centros de atención para personas mayores u hospitales, bebés o personas con alteraciones de su inmunidad (sea por enfermedades o tratamientos médicos). Sin embargo, es importante estar en contacto con ellos para que no se sientan solos; utiliza la tecnología a tu favor con llamados telefónicos o con videollamada.
Al ingresar a tu casa
- Dejá tus objetos (llaves, cartera, mochila, etc.) en el piso, en una caja o en una mesa de apoyo y desinfectá con solución de alcohol y agua (70-30%) o agua con lavandina al 1% (2 cucharadas soperas de lavandina por litro de agua) si los objetos te lo permiten (ojo si son telas pueden desteñirse con este método). La mejor manera de desinfectarlos puede ser con un rociador que contenga la mezcla.
- Dejá los zapatos en la puerta de tu casa si es posible. Si no podes, colocá un trapo de piso humedecido en una solución de agua con lavandina y dejá los zapatos por unos 5 minutos en esa superficie.
- Si estás usando barbijo y/o guantes sacátelos antes de entrar a tu casa y descartalos en una bolsa o cesto específico que luego vas a desechar separado del resto de tu basura. Ver la Guía como quitarse el barbijo y guantes para personal no sanitario.
- Dirigite directo al baño y lavate las manos. Recordá que el lavado es con agua y jabón, durante al menos 20 segundos, frotando todas las partes de tus manos.
jueves, 2 de abril de 2020
2 de Abril Día del Veterano y de los caídos en las Islas Malvinas del Athántico Sur
Dejamos una Link para recorrer juntos el Museo Islas Malvinas y del Atlántico Sur.
https://museomalvinas.cultura.gob.ar/info/el-museo/
miércoles, 1 de abril de 2020
Los primeros acercamientos al libro... (palabras de la autora: Graciela Cabal)
Voy a hablar de los
encuentros iniciales entre el chico y el libro, encuentros determinantes
en la formación de un futuro lector.
No me referiré a las rimas, nanas, juegos cantados. Tampoco a los libros
de imágenes. Mi propósito, aquí, es hablar del libro como conjunto de
palabras. Y del particular momento en que el chico intuye, no sé de qué
oscura manera, que esa historia que sale de la boca de un adulto tiene
que ver con esas marquitas oscuras que están dibujadas en el libro.
El chico descubre que el libro habla, que el libro puede contar cuentos.
Y que si el libro se cierra, los cuentos quedan adentro del libro.
Acerca de esto tengo experiencias muy cercanas y muy lejanas.
Empezaré por las muy lejanas, por esas cosas de la memoria
retrospectiva, típica de las personas de edad provecta y signo
inequívoco, parece, del comienzo de la demencia senil. La memoria
retrospectiva, les explico, es aquella que hace que te olvides del
nombre de tu querido perro, el que duerme a los pies de tu cama desde
hace años y, a la vez, recuerdes con todo detalle, lo que comiste
aquella navidad de1947, cuando eras tan feliz. (¿Eras tan feliz?).
Sabemos que los primeros recuerdos generalmente aparecen asociados a
olores, a gustos, a sensaciones visuales. En mi caso, los primeros
recuerdos de libros –cuentos de hadas que me leía mi mamá–, están unidos
al rojo brillante y transparente, al gusto entre ácido y dulzón, y a la
especial contextura de la jalea de membrillo que yo chupaba del pan
flauta mientras mi mamá me leía. El libro del que salían los cuentos no
tenía dibujos –era un libro de la Biblioteca de la Nación, de tapas
azules. Pero allí estaba, yo la veía, aquella nena chiquitita, navegando
adentro de una cáscara de nuez, en un plato lleno de agua.
Tan fuerte, tan vivo está ese recuerdo en mí que, cuando murió mi mamá y
yo entré en uno de esos pozos negros y profundos en los que una entra
–aunque sea grande, aunque sea vieja, aunque tenga nietos–, cuando se le
muere la madre, la primera cosa que se me ocurrió, fue buscar ese libro
de tapas azules manchado con jalea de membrillo, en el que pude
recuperar lo que creía perdido para siempre: la voz de mi mamá
contándome la historia de esa nena tan chiquitita, que podía navegar
adentro de una cáscara de nuez.
Los cuentos que me leía mi abuelo están unidos, en el recuerdo, al olor a
remedio, a viejo, a papeles amontonados, a cascarita de naranja y
peperina para el mate, que era el olor a mi abuelo (un olor que a veces
creo sentir hoy en ciertos rincones de mi propia casa). Mi abuelo me
subía a su cama alta, de caños de bronce en los que guardaba los
rollitos de dinero para protegerlo de los posibles ladrones, y me leía.
Pero no me leía El patito coletón, que para desdicha de la niñez
argentina todavía no existía, ni tampoco La familia Conejola, de
Constancio C.Vigil, que sí existía. Mi abuelo me leía Don Quijote de la
Mancha, Las mil y una noches, Poquita cosa, en sus versiones originales
(téngase en cuenta que yo tendría tres, a lo sumo cuatro años). ¡Cómo
disfrutaba mi abuelo! ¡Y cómo disfrutaba yo de verlo disfrutar a él!
¿Qué me quedó de esas lecturas? Muchísimas cosas. Entre ellas la
sensación de que mi abuelo me quería tanto como para compartir conmigo
esos juguetes maravillosos que eran sus libros. Y el firme propósito de
que yo, cuando fuera grande y supiera hacer hablar a los libros,
buscaría esos mismos, que tan feliz lo hacían a mi abuelo. (Y fue lo que
hice).
Cuando me llegó el turno de ser madre, la ansiedad me perdió. Debo
confesar que yo fui una madre obsesiva en cuanto a los libros y la
lectura. De movida nomás: apenas me enteré de que estaba embarazada, lo
primero que hice fue salir a la calle y comprarle al futuro bebé... las
obras completas de Oscar Wilde. Sí, señor... Y mis miedos de primeriza
no estaban referidos a si el nene me saldría sanito y con sus cinco
dedos (no con seis ni con cuatro). Lo que yo temía es que me saliera un
nene no lector.
Como suele ocurrir, la peor parte se la llevó mi hijo. Ni un solo día de
su infancia se libró del cuento. “Hoy, no, mamá, te lo pido por lo que
más quieras”, imploraba con los ojos llenos de lágrimas la infeliz
criatura. Y yo, dale, que “mirá qué lindo cuento que te compré, uno que a
mí me encantaba cuando era chica”.
¿Saben qué cosa llegué a decirle? “Ya me lo vas a agradecer cuando seas
grande”. Y no le dije: “Alguna vez no voy a estar para contarte cuentos y
va a ser tarde y te vas a arrepentir”, porque ya había cursado
Sicología de la Niñez I y II, pero lo que es ganas no me faltaron.
Con las mellizas, que llegaron poco tiempo después, la cosa fue mejor.
No porque yo hubiera cambiado mi forma de pensar o atenuado mi ansiedad:
resultó que me encontraron exhausta. Y eran ellas las que venían a
traerme libros, para que les leyera en la cama. Y yo quería leerles,
pero era sentarme y quedarme dormida. ¡Hasta parada y leyendo llegué a
quedarme dormida! Entonces ellas, angelitos de Dios, agarraban el libro y
me contaban las figuritas. (Cada tanto se detenían para abrirme los
ojos introduciéndome sus deditos con sus uñitas –nunca me alcanzaba el
tiempo para cortarle bien las uñitas–, tratando de saber si yo estaba
dormida o era nada más que me había muerto).
Pese a todo, y quién sabe por qué mecanismos, después de una turbulenta
adolescencia de pocos libros, los tres me salieron lectores. No lectores
adictos como yo. Pero eso quizá se deba a que ellos fueron tres,
tuvieron perro, gato, televisión, vacaciones, lindas navidades y cosas
así. Y yo fui hija única, no tuve perro, ni gato, ni televisión y usé
los libros, muchas veces, como tablas de salvación.
Y ahora pasaré a un tema que me apasiona, y, espero, los apasionará a ustedes: mis nietos.
Nahuel, por ejemplo, y no porque sea nieto mío, es una criatura
asombrosa, que se devora los libros. Li-te-ral-men-te se los devora.
Cierto es que no sólo se devora los libros: él se devora –o por lo menos
lo intenta: aunque es tan adelantado para su edad, tiene un solo
diente, abajo, en el medio, rarísimo, que no acaba de salirle–, digo que
él se devora todo objeto que logra atrapar: los broches de la ropa, los
ruleros y hasta la cola de nuestro gato –que es un gato muy sufrido–,
si bien tiene una marcada predilección por las tetas de la mamá. En
cuanto a libros propiamente dichos, Nahuel ya se devoró media tapa de
Tomasito (bien ablandada por el agua, ya que su lugar preferido de
lectura es el catre del baño), y todos los lomos de Los morochitos.
(Cuando la otra abuela sugirió si no sería más higiénico un pedazo de
bola de lomo envuelto en un trapito limpio, a la usanza antigua, que de
paso cañazo lo alimenta, o tan siquiera un buen mordillo, de esos que se
compran en la farmacia, mi hija y yo la miramos con lástima: “¡Mire si
va a comparar, señora! ¿O no ve que la criatura está leyendo?”).
Pasando a Camila–la nieta cocorita y camorrera protagonista de varios de
mis relatos– ya es, a los cuatro, una avezada lectora, capaz de
aconsejarle a Graciela Montes que había una vez una casa debería
titularse Había una vez un pollito; que aprendió a decir malas palabras
con las pulguitas boca sucias de Roldán (porque lo que es en casa no
aprendió): que jamás se va a dormir sin por lo menos cinco libros(entre
los cuales nunca falta Babar ni El ratón feroz ni Lucas en el jardín); y
que, siguiendo las expresas y muy precisas instrucciones de Ema Wolf,
diariamente se aplica con esmero a enseñarle a tejer al gato.
Tengo una anécdota. Hace un tiempo –Camila tenía por ese entonces dos
años y medio– un día en que yo estaba contándole Hansel y Gretel sin
cambiar una sola palabra (ni siquiera una entonación) porque si no se
enoja y yo tengo que volver a contarlo desde e l principio, algo sucedió
en su cabeza, porque mi nieta, que siempre me miraba la cara cuando yo
le leía, empezó a meterse los dedos en la boca y después a pasarlos
dedos por las letras de la página. A mí se me estrujó el corazón:
Camila, acababa de descubrir que el libro hablaba, y que hablaba por mi
boca. ¿Acaso en ese momento Camila también intuyó que si el libro
hablaba por mi boca podría hablar por boca de ella?
Creo que sí. Porque no había pasado una semana cuando sucedió lo
siguiente: Camila me trae un libro para que le lea, yo intento leerlo
sin anteojos (los había perdido) y no veo. “No puedo leer sin anteojos”,
le digo. (Mirada de azoramiento de Camila que me toca los ojos y
después toca las palabras con cara de no entender). Entonces yo me pongo
a buscar los anteojos, con ella detrás prometiéndome que su papá me iba
a comprar unos. Al final los encuentro, agarro el libro, la siento a la
nena en mis rodillas y me pongo a leer; “Había una vez una
princesa...”. Y me doy cuenta de que, en ese momento, a Camila le
importa poco la suerte de la princesa: lo que le importa, lo que mira
con avidez, son mis anteojos. Y, claro, me los saca, intenta calzárselos
ella y, con los anteojos puestos quiere hacer hablar al libro. Después
de un rato me mira desconsolada: “Yo no puedo leer”, dice. Y desde ese
día, por bastante tiempo, y pese a todas mis explicaciones que sonaban
complicadas y ridículas, Camila buscó “los anteojos de leer”.
Y voy a terminar con una historia que comenzó hace 37 años. Yo tenía 17 y
me iniciaba como maestra en un Primero Inferior de más de cuarenta
chicos. Recién salida del Normal, mis ideas acerca de cómo enseñar a
leer y a escribir eran vagas. Sin embargo, para las vacaciones de julio,
cada chico se llevó a su casa un libro de cuentos de nuestra
biblioteca: todos sabían ya leer. Y, lo más importante: todos querían
leer.
Durante 16 años fui maestra de grado. Y así como equivoqué el camino con
mis hijos, logré grandes éxitos con mis alumnos, que salieron
excelentes lectores. Cada tanto encuentro a alguno, que me lo recuerda.
(Cuando alguien me dice por la calle: “Señorita Graciela”, ya sé por
dónde viene la cosa).
Y ahora el final de la historia...
Hace un tiempo me llaman a mi casa por teléfono: “Señorita Graciela –me
dice una voz de mujer–, soy Alicia Gutiérrez ¿se acuerda de mí?"
¿Acordarme así de zopetón, de uno de los mil alumnos que pasaron por mis
manos y por mi corazón? Pues sí me acordé. De su carita de seis años,
del color de su pelo, de dónde se sentaba y hasta de su letra redonda me
acordé.
¿Y saben qué me contó mi alumna?
Esto me contó: que ella tenía una abuela que siempre estaba triste, muy
triste. ¿Abuelita, por qué estás tan triste?, le preguntaba mi alumna. Y
la abuelita le contestaba que nada, que cosas de la vida. Hasta que un
día, cuando mi alumna ya era una mujer, la abuela se lo confesó: “¿Sabés
que yo nunca aprendí ni a leer ni a escribir?, sólo firmar sé”, y se
lo dijo llorando. Y lloraba mi alumna mientras me lo contaba. Y, del
otro lado del teléfono, también lloraba yo.
Y sigue la historia: entonces mi alumna le dijo a su abuela que no
llorara más, que, sin que nadie se enterara, ella le iba a enseñar a
leer y a escribir. Y le enseñó.
¿Y saben de qué se valió para enseñarle?
De los cuadernos de primero inferior, de lo que yo le había enseñado en
esos cuadernos, hacía ya 37 años. Por eso me llamaba, para darme las
gracias, decía.
¿Y qué pasó con la abuela? (esta historia tiene final feliz): que
aprendió a leer y a escribir. Y que desde ese día leyó y leyó y leyó.
Pero no los diarios o las revistas para señoras o las recetas de
cocina... No señor: cuentos infantiles leyó, cuentos de hadas y de
brujas y de enanitos: “Los que nunca nadie me contó, los que nunca pude
leer cuando era una nena”.
Tan conmovida me sentí, tan hermoso me pareció ese relato de vida...
Por eso pensé en compartirlo con ustedes, maestros.