Después de las mil y una noches que pasé con mis ojos abiertos tratando de vislumbrar una salida para recuperar mi desgarbada y olvidada figura de Biblioteca de pueblo, se me ocurrió abrir las puertas a un flautista improvisado que había llegado de Hamelin con la garantía de llevarse con su música afinada a los ratones que sin piedad me habían ocupado casi un cuarto de mi cerebro, mis estantes para que me entiendan.
Algo desconfiada lo dejé pasar. El único que no huyó con su melodía fue el fiel Don Pérez que lejos de comer páginas de libros guardaba entre ellos las piedras preciosas conocidas como: molares, muelas, incisivos que los niños perdían esperando su recompensa. Cansada de mi obstinación por querer volver a ser aquel lugar importante al que chicos, maestros y padres visitaban, me propuse trabajar duro, había escuchado un rumor que me motivaba a cambiar mi aspecto. En el pueblo de “El Perdido” se convocaba a una maratón de lectura y yo no quería perder mi protagonismo por nada del mundo.
Vieja como estaba, pedí consejos al Mago de Oz que por supuesto me hizo prometer cosas para ayudarme…busqué al soldadito de plomo, sabía que sus amigos podrían ayudarme a reflotar los estantes con la artillería necesaria para mantenerme en pie. Ni lenta ni perezosa recordé que luego del escarmiento el lobo feroz de los tres cerditos esperaba por amigos, así que le propuse soplar fuerte pero esta vez para hacer volar por los aires el polvo que se había depositado en las tapas de mis prestigiosos libros. De tan fuerte que sopló las princesas no necesitaron el beso de amor de sus príncipes y se despertaron de un susto.
La bella durmiente me ayudó trayendo las flores que su madrastra, Maléfica, había cultivado para ella. Estaba segura que aquel aroma cautivaría a todos los que quisieran visitarme…. Y ni les cuento de Cenicienta, ella aún vestida de princesa me ayudó a limpiar hasta el último rinconcito de mi cerebro, perdón de mis estantes para que luciera bella y delicada.
Por su parte Caperucita y Blanca Nieves unieron sus dotes: Caperucita me llenó de dulces para que los niños mientras buscaran los libros se deleitasen comiendo y Blanca Nieves junto a los siete enanitos terminaron de ordenarlo todo, al ser pequeños podían entrar donde muchos no lo lograban.
Cuando todo estaba por terminar Peter Pan y Campanita me sorprendieron y con los polvitos mágicos lograron lo que nadie había logrado: Dejarme brillante, atractiva y elegante.
Ahora sí estaba preparada para el gran día, ahora sí me sentía la Sra. “Biblioteca”. No quise recordar por qué me habían abandonado, no quise que la tristeza le ganara a la alegría. Respiré hondo y me convencí de todo, la lectura era lo único que nos salvaría, quien lee puede volar, sentir, soñar, puede imaginar un mundo mejor, un momento único, un instante que no se olvida…eso me pasó a mí…un día imaginé que sería quien debía ser y lo logré, ahora solo resta que todos vengan a visitarme… ¡imaginémoslo para lograrlo!
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