jueves, 30 de abril de 2020

" A enredar los Cuentos " Caperucita

Chicos!!!

¿ Conocen a Caperucita ?

¿ De qué color es la Caperucita que conocen ?

Les vamos a dejar otra versión para que lean el Cuento de " Caperucita "

A ENREDAR LOS CUENTOS

"CAPERUCITA"

- Érase una vez una niña que se llamaba
CAPERUCITA AMARILLA.
- ¡ No, Roja !
- ¡ Ah !, sí, CAPERUCITA ROJA, su mamá la llamó y le dijo: 
" Escucha, CAPERUCITA VERDE..."
- ¡ Qué no, Roja !
-¡ Ah !, sí Roja. " Ve a casa de tía Diomira a llevarle esta torta de manzanas "
- No: " Ve a casa de la abuelita a llevarle este pastel "
- Bien. La niña se fue al bosque y se encontró a una jirafa.
- ¡ Qué lío ! Se encontró al lobo, no a una jirafa.
- Y el lobo le preguntó: " ¿ Cuánto es seis por ocho ?.
- ¡ Qué va ! El lobo le pregunto: " ¿ Adónde vas ?.
- Tienes razón. y CAPERUCITA NEGRA respondió...
- ¡ Era CAPERUCITA ROJA, ROJA, ROJA !
- Sí. Y respondió: " Voy al mercado a comprar salsa de tomate ".
- ¡ Qué va !: " Voy a casa de la abuelita, que está enferma, pero 
no recuerdo el camino ".
- Exacto. Y el caballo dijo...
- ¿ Qué caballo ? Era un lobo.
- Seguro. Y dijo: " Toma el tranvía número 75, 
baja en la plaza de la Catedral, girá a la derecha,
y encontrarás tres peldaños y una moneda en el suelo;
deja los tres peldaños, recoge la moneda y cómprate un chicle ".
- Tú no sabes contar cuentos en absoluto, abuelo.
Los enredas todos. Pero no importa, ¿ me compras un chicle ?
- Bueno, toma la moneda.
Y el abuelo siguió leyendo el periódico.

AUTOR: Gianni Rodari.


Chicos!!!

Luego de leer el cuento " A enredar los cuentos ",

Inventá tu propia Caperucita.

¿Te gustaría dibujarla? 

¿Qué color la vas a pintar ?

















Caperucita roja








Cuento: " Caperucita roja "

Personajes en cuarentena...

Hola!
  ¿Qué pasará con los personajes de los cuentos durante la cuarentena?

¡Sólo la imaginación no se encuentra en cuarentena!
Los invitamos a ver este video:

Hace clip acá.





Caperucita Roja (Cuento tradicional) ® Chiquipedia

miércoles, 29 de abril de 2020

Para momentos de disfrute...

Nunca tan necesarios como en la actualidad...

* Juegos para armar y disfrutar, con materiales reciclados:
   https://www.anayainfantilyjuvenil.com/noticia/apunta-al-blanco/

* La Cantiteca de los Canticuénticos: Para cantar, bailar, conocer y divertirse:
   https://www.youtube.com/playlist?list=PLdZer5rPXeacrmBC_U1rG0-8CEbZllJeI

* Los cuadros más famosos del Museo del Prado explicados para el público infantil:
   https://www.youtube.com/watch?v=PC_NxAhTlZc&list=PL8S8EUbs69xK5gr2N12d8qnHpcNZQTTQ6&index=2&t=0s

* Guía práctica para sobrevivir con arte, de la artista plástica mexicana Paulina Carretero:
   https://www.youtube.com/watch?v=sC_EX0cgsJw

martes, 28 de abril de 2020

¿Se puede jugar con las tablas de multiplicar?


Sí, se puede.
Acá dejamos juegos de multiplicación para todos.

1. Para los que comienzan con ellas: Multiplicar con gatos
2. Para los que comienzan, pero no les gustan los gatos: Multiplica con SpuQ
3. Para los valientes: Memotest
4. Para los que se las saben todas: Grand Prix Multiplication

lunes, 27 de abril de 2020

Canción: " Del camino lo que ví " del Dúo Karma

Chicos!!!

Les dejamos la canción " Del camino lo que ví " 

del Dúo Karma


¡ A cantarla !


Hacé clip acá.










Te cuento del Camino lo que vi – pequeño editor
Escucharla. Reconocer todos los personajes y objetos. 

¡ Esperamos les guste !

viernes, 24 de abril de 2020

Cuento: " Pulgarcito " Versión de Charles Perrault

Hola, Chicos!!!

Les dejamos el Audio Cuento: " Pulgarcito "       
Versión de Charles Perrault. ( Narradora: Moninna ).

A disfrutarlo!!!

Hacé clip acá.

Pulgarcito" de Charles Perrault en Cuentos Inolvidables en mp3(20 ...

Cuento: " Brujas con poco trabajo " Autora: Silvia Schujer, Ilustraciones de Gabriela Burin.

Chicos!!!

¿Las brujas tienen poco trabajo? Para atender esta cuestión, un curioso periodista y un fotógrafo, visitaron a Frígora, una bruja que se las trae…

A raíz del anuncio que apareció en diversos diarios ''Bruja se ofrece para todo trabajo'' un periodista y un fotógrafo entrevistaron a Frígora para ampliar la información.
-Es que todo cambió mucho: ya no nos llaman para asustar a los niños que no toman la sopa... No nos convocan para tantos cuentos... ¡Hasta nos confunden con cualquier mortal!

Y después de aquel encuentro, las cosas quedaron bien claras: las brujas existen y quieren trabajar.



¡ Escuchen con atención al narrador anónimo de este cuento, vean sus divertidas imágenes ! 

Hacé clip acá. Brujas con poco trabajo de Silvia Schujer - Bajalibros.com

jueves, 23 de abril de 2020

" 23 de Abril Día Internacional del Libro "


Hola chicos!!!

" 23 de Abril Día Internacional del Libro "


El Día Internacional del Libro se celebra desde el año 1.988, 

cada 23 de Abril a nivel mundial con el objetivo de fomentar la

lectura, la industria editorial y la protección al derecho de

 autor. , ( promovida por la UNESCO ).


Les dejamos una video para Ustedes y sus familias, 
realizado por la " Feria Internacional del Libro de 
Buenos Aires " en Homenaje a los escritores argentinos.

 

Hacé clip
acá.



 Hispanos celebran el Día Internacional del Libro en Toronto | La ...




miércoles, 22 de abril de 2020

22 de abril: día de la Tierra

La tierra es nuestra gran casa

Tenemos derecho a vivir en un ambiente sano y protegido, por eso es muy importante que la cuidemos.

Hagan una lista de las ideas que se les ocurran para cuidarla y péguenla en un lugar visible, para no olvidarse.

Si hacen click sobre la imagen, podrán disfrutar de un video que les cuenta más.


Imágenes para descargar y compartir del Día Mundial de la Tierra ...

martes, 21 de abril de 2020

Uno... que nos asuste a todos...


   El pantano y la luna es un cuento de miedo, escrito por el autor estadounidense H. P. Lovecraft, especialista en esta clase de cuentos. Les ofrecemos una versión en video, contada por una narradora oral.


 

Cuentos surtidos: dos de miedo, uno de superhéroes


   Esta vez, hay de dos gustos, perdón, de dos clases de cuentos. Alguien querrá de una clase, otro de las dos... ustedes elegirán.

* Saracino, Luciano (guionista) y Rossia, Fernando (dibujante) crearon juntos a Ciro Todorov, el niño lúgubre. Aquí, una de sus historias, si hacen click en Un gallo vampiro.

*Pérez Sabbi, Mercedes (escritora) les brinda un libro con dos cuentos a través del Plan de lectura 2009, si hacen click en: Hay fantasmas en mi cuarto.

lunes, 20 de abril de 2020

Listado de Recursos Seguimos Educando


Docentes

Materiales, recursos e ideas para seguir educando. Una propuesta que articula los contenidos de TV, una serie de cuadernillos y materiales digitales a fin de facilitar y promover el acceso a contenidos educativos y bienes culturales hasta tanto se retome el normal funcionamiento de las clases.
El programa Seguimos Educando es  una propuesta de acompañamiento a las iniciativas de jurisdicciones, escuelas y educadores.





Hacer clip acá


viernes, 17 de abril de 2020

Todo sobre los barbijos caseros

¿Son obligatorios en la Ciudad de Buenos Aires?

Desde hoy es obligación el uso de tapabocas en la ciudad de Buenos ...

 ¿Son obligatorios los tapabocas en la Provincia de Buenos Aires?

En esta noticia lo explica muy bien.

¿Quiénes no deben usar tapabocas o barbijo casero?

No se deben colocar en niños pequeños menores de 2 años, en cualquier persona que tenga problemas para respirar o que esté incapacitado para sacarse el cobertor sin ayuda.

¿Por qué barbijo casero y no quirúrgico o reglamentario?
Como hay pocos barbijos quirúrgicos, hay alternativas para generar herramientas caseras de uso comunitario. Si bien los barbijos caseros no son iguales a barbijos quirúrgicos, estos últimos deben reservarse para los trabajadores de la salud y todos los que se encuentran en la primera línea de atención a la población, que por el alto riesgo que enfrentan, son la prioridad.
Cada miembro del equipo de salud que contrae COVID-19 no sólo se expone a tener complicaciones, sino también debe abandonar el trabajo por varias semanas. Esto debilita la capacidad de respuesta del sistema sanitario frente al avance del virus.
¿Qué tengo que tener en cuenta a la hora de confeccionar el barbijo?
Los cobertores de tela hechos de artículos para el hogar o hechos en casa con materiales comunes a bajo costo se pueden usar como una medida de salud pública adicional a las medidas de distanciamiento social e higiene.
Para hacerlos, es importante que:
  • Se ajusten bien y con comodidad contra el puente nasal y el costado de la cara.
  • Estén asegurados con lazos o elásticos para las orejas.
  • Tengan por lo menos dos capas de tela.
  • Permitan la respiración sin problemas.
  • Se puedan lavar y secar sin daños ni modificar su forma.
¿Cómo puedo hacer un barbijo?
Vas a necesitar:
  • Dos rectángulos de tela de algodón de 26 x 16 cm
  • Dos piezas elásticas de 15 cm (gomas, cuerdas, tiras de tela o cintas para el cabello)
  • Aguja e hilo
  • Tijeras
Pasos:
  1. Recortá dos rectángulos de tela de algodón de 26 x 16 cm. Usá tela de algodón con entramado compacto (ej. sabanas de algodón). La tela de una remera puede funcionar en caso de necesidad. Apilá los dos rectángulos; cosé la máscara como si fuera una sola pieza de tela.
  2. Doblá sobre los lados largos 1 cm y hacé el dobladillo. Luego doblá la doble capa de tela sobre 1,5 cm a lo largo de los lados cortos y cosé hacia abajo.
  3. Pasá una longitud de 16 cm de elástico fino a través del dobladillo más ancho a cada lado de la máscara. Estos elásticos serán los porta orejas. Usá una aguja grande para pasarlo. Atá bien los extremos. Si no tenés elástico podés usar cintas para el pelo o cintas elásticas para la cabeza. Si tenés una soga, podés hacer los lazos más largos y atar la máscara detrás de la cabeza.
  4. Tirá suavemente el elástico para que los nudos estén metidos dentro del dobladillo. Juntá los lados de la máscara en el elástico y ajustalo a tu rostro. Luego, cosé con seguridad el elástico en su lugar para que no se deslice.
Ponerse, usar y quitarse un barbijo
  1. Antes de ponerte un barbijo, lavate las manos con agua y jabón o con un desinfectante a base de alcohol.
  2. Cubrite la boca y la nariz con el barbijo. Que no haya espacios entre tu cara y la máscara.
  3. Evitá tocar el barbijo mientras lo usás; si lo hacés, lavate las manos con agua y jabón o con desinfectante a base de alcohol.
  4. Cambiá de barbijo en cuanto esté húmedo o visiblemente sucio.
  5. Para quitarse el barbijo: Hacerlo por detrás sin tocar la parte delantera del barbijo, colocalo inmediatamente en un recipiente cerrado y lavate las manos con agua y jabón o con desinfectante a base de alcohol.
      Te dejamos un video para que veas cómo se hace:

                                                                                                                                                                

miércoles, 15 de abril de 2020

"Canción para bañar la luna" de Maria Elena Walsh por Victor Heredia

Canción para bañar la luna. Interpretada por María Elena Walsh ...                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                           Hola chicos!!!

Les dejamos una  hermosa cación de María Elena Walsh, cantada por Victor Heredia.

A disfrutarla, hacé clip acá.

lunes, 13 de abril de 2020

" El Domador de monstruos " Autora: Ana María Machado

Hola chicos!!!

Les dejamos este hermoso cuento para que lo disfruten con sus familias...


" SERGIO ES UN NIÑO COMO CUALQUIER OTRO: UNAS VECES TIENE MIEDO, Y OTRAS, ES VALIENTE. UNA NOCHE ANTES DE DORMIRSE..."


Para escuchar este hermoso cuento!!!


Hagan clip acá

jueves, 9 de abril de 2020

martes, 7 de abril de 2020

lunes, 6 de abril de 2020

Nos informamos para cuidarnos sobre COVID19

Recomendaciones generales


Estornudá o tosé en el pliegue del codo para evitar que el virus quede en tus manos y que toques superficies de contacto en tu casa dejando rastros del virus.

Evitá tocarte la cara con las manos sin antes haberte lavado con agua y jabón o alcohol en gel.

Lavate las manos frecuentemente, es decir, cada 2 horas y además cada vez que:

  • vas al baño,
  • antes y después de comer,
  • al ingresar de la calle a tu casa o trabajo,
  • después de tocar dinero, llaves o animales,
  • después de toser o estornudar (si usaste tus manos)

Ventilá bien los ambientes de tu casa y lugar de trabajo.

Evitá salir con aros, pulseras, anillos y otros accesorios de metal porque el virus puede quedarse pegado allí y llevarlo con vos a donde vayas. También se aconseja salir con el pelo sujetado.

No es necesario utilizar barbijo dentro de la casa, el barbijo es sólo para las personas que tienen el virus y que pueden esparcirlo o para el personal sanitario expuesto al virus. El uso del barbijo cuando no es necesario puede dar una idea de falsa seguridad y puede favorecer mecanismos automáticos de llevar tus manos a la cara e ingresar el virus por los ojos.

No te automediqués. Llevá un registro detallado de los síntomas de salud que pueden llegar a tener todos los miembros de tu casa.

Ante el primer signo de fiebre de más de 37.5º, tos, mocos y/o dificultad para respirar, llamá al 107 o mandá un mensaje de WhatsApp al 11-5050-0147.

Cambios en el comportamiento social


  • Respetá la distancia social entre personas. Recomendamos estar a un metro y medio de distancia entre personas, en todos los espacios públicos (transporte, locales, cajeros), oficinas y aún dentro del hogar.
  • Evitá dar la mano, abrazar o besar a otras personas.
  • No compartas el mate, la vajilla ni los cubiertos.
  • No visites a personas vulnerables, como las que se encuentran en centros de atención para personas mayores u hospitales, bebés o personas con alteraciones de su inmunidad (sea por enfermedades o tratamientos médicos). Sin embargo, es importante estar en contacto con ellos para que no se sientan solos; utiliza la tecnología a tu favor con llamados telefónicos o con videollamada.

Al ingresar a tu casa


  • Dejá tus objetos (llaves, cartera, mochila, etc.) en el piso, en una caja o en una mesa de apoyo y desinfectá con solución de alcohol y agua (70-30%) o agua con lavandina al 1% (2 cucharadas soperas de lavandina por litro de agua) si los objetos te lo permiten (ojo si son telas pueden desteñirse con este método). La mejor manera de desinfectarlos puede ser con un rociador que contenga la mezcla.
  • Dejá los zapatos en la puerta de tu casa si es posible. Si no podes, colocá un trapo de piso humedecido en una solución de agua con lavandina y dejá los zapatos por unos 5 minutos en esa superficie.
  • Si estás usando barbijo y/o guantes sacátelos antes de entrar a tu casa y descartalos en una bolsa o cesto específico que luego vas a desechar separado del resto de tu basura. Ver la Guía como quitarse el barbijo y guantes para personal no sanitario.
  • Dirigite directo al baño y lavate las manos. Recordá que el lavado es con agua y jabón, durante al menos 20 segundos, frotando todas las partes de tus manos.

miércoles, 1 de abril de 2020

Los primeros acercamientos al libro... (palabras de la autora: Graciela Cabal)



Voy a hablar de los encuentros iniciales entre el chico y el libro, encuentros determinantes en la formación de un futuro lector.

No me referiré a las rimas, nanas, juegos cantados. Tampoco a los libros de imágenes. Mi propósito, aquí, es hablar del libro como conjunto de palabras. Y del particular momento en que el chico intuye, no sé de qué oscura manera, que esa historia que sale de la boca de un adulto tiene que ver con esas marquitas oscuras que están dibujadas en el libro.

El chico descubre que el libro habla, que el libro puede contar cuentos. Y que si el libro se cierra, los cuentos quedan adentro del libro.

Acerca de esto tengo experiencias muy cercanas y muy lejanas.
Empezaré por las muy lejanas, por esas cosas de la memoria retrospectiva, típica de las personas de edad provecta y signo inequívoco, parece, del comienzo de la demencia senil. La memoria retrospectiva, les explico, es aquella que hace que te olvides del nombre de tu querido perro, el que duerme a los pies de tu cama desde hace años y, a la vez, recuerdes con todo detalle, lo que comiste aquella navidad de1947, cuando eras tan feliz. (¿Eras tan feliz?).

Sabemos que los primeros recuerdos generalmente aparecen asociados a olores, a gustos, a sensaciones visuales. En mi caso, los primeros recuerdos de libros –cuentos de hadas que me leía mi mamá–, están unidos al rojo brillante y transparente, al gusto entre ácido y dulzón, y a la especial contextura de la jalea de membrillo que yo chupaba del pan flauta mientras mi mamá me leía. El libro del que salían los cuentos no tenía dibujos –era un libro de la Biblioteca de la Nación, de tapas azules. Pero allí estaba, yo la veía, aquella nena chiquitita, navegando adentro de una cáscara de nuez, en un plato lleno de agua.

Tan fuerte, tan vivo está ese recuerdo en mí que, cuando murió mi mamá y yo entré en uno de esos pozos negros y profundos en los que una entra –aunque sea grande, aunque sea vieja, aunque tenga nietos–, cuando se le muere la madre, la primera cosa que se me ocurrió, fue buscar ese libro de tapas azules manchado con jalea de membrillo, en el que pude recuperar lo que creía perdido para siempre: la voz de mi mamá contándome la historia de esa nena tan chiquitita, que podía navegar adentro de una cáscara de nuez.

Los cuentos que me leía mi abuelo están unidos, en el recuerdo, al olor a remedio, a viejo, a papeles amontonados, a cascarita de naranja y peperina para el mate, que era el olor a mi abuelo (un olor que a veces creo sentir hoy en ciertos rincones de mi propia casa). Mi abuelo me subía a su cama alta, de caños de bronce en los que guardaba los rollitos de dinero para protegerlo de los posibles ladrones, y me leía.

Pero no me leía El patito coletón, que para desdicha de la niñez argentina todavía no existía, ni tampoco La familia Conejola, de Constancio C.Vigil, que sí existía. Mi abuelo me leía Don Quijote de la Mancha, Las mil y una noches, Poquita cosa, en sus versiones originales (téngase en cuenta que yo tendría tres, a lo sumo cuatro años). ¡Cómo disfrutaba mi abuelo! ¡Y cómo disfrutaba yo de verlo disfrutar a él!

¿Qué me quedó de esas lecturas? Muchísimas cosas. Entre ellas la sensación de que mi abuelo me quería tanto como para compartir conmigo esos juguetes maravillosos que eran sus libros. Y el firme propósito de que yo, cuando fuera grande y supiera hacer hablar a los libros, buscaría esos mismos, que tan feliz lo hacían a mi abuelo. (Y fue lo que hice).

Cuando me llegó el turno de ser madre, la ansiedad me perdió. Debo confesar que yo fui una madre obsesiva en cuanto a los libros y la lectura. De movida nomás: apenas me enteré de que estaba embarazada, lo primero que hice fue salir a la calle y comprarle al futuro bebé... las obras completas de Oscar Wilde. Sí, señor... Y mis miedos de primeriza no estaban referidos a si el nene me saldría sanito y con sus cinco dedos (no con seis ni con cuatro). Lo que yo temía es que me saliera un nene no lector.

Como suele ocurrir, la peor parte se la llevó mi hijo. Ni un solo día de su infancia se libró del cuento. “Hoy, no, mamá, te lo pido por lo que más quieras”, imploraba con los ojos llenos de lágrimas la infeliz criatura. Y yo, dale, que “mirá qué lindo cuento que te compré, uno que a mí me encantaba cuando era chica”.

¿Saben qué cosa llegué a decirle? “Ya me lo vas a agradecer cuando seas grande”. Y no le dije: “Alguna vez no voy a estar para contarte cuentos y va a ser tarde y te vas a arrepentir”, porque ya había cursado Sicología de la Niñez I y II, pero lo que es ganas no me faltaron.

Con las mellizas, que llegaron poco tiempo después, la cosa fue mejor. No porque yo hubiera cambiado mi forma de pensar o atenuado mi ansiedad: resultó que me encontraron exhausta. Y eran ellas las que venían a traerme libros, para que les leyera en la cama. Y yo quería leerles, pero era sentarme y quedarme dormida. ¡Hasta parada y leyendo llegué a quedarme dormida! Entonces ellas, angelitos de Dios, agarraban el libro y me contaban las figuritas. (Cada tanto se detenían para abrirme los ojos introduciéndome sus deditos con sus uñitas –nunca me alcanzaba el tiempo para cortarle bien las uñitas–, tratando de saber si yo estaba dormida o era nada más que me había muerto).

Pese a todo, y quién sabe por qué mecanismos, después de una turbulenta adolescencia de pocos libros, los tres me salieron lectores. No lectores adictos como yo. Pero eso quizá se deba a que ellos fueron tres, tuvieron perro, gato, televisión, vacaciones, lindas navidades y cosas así. Y yo fui hija única, no tuve perro, ni gato, ni televisión y usé los libros, muchas veces, como tablas de salvación.

Y ahora pasaré a un tema que me apasiona, y, espero, los apasionará a ustedes: mis nietos.

Nahuel, por ejemplo, y no porque sea nieto mío, es una criatura asombrosa, que se devora los libros. Li-te-ral-men-te se los devora.

Cierto es que no sólo se devora los libros: él se devora –o por lo menos lo intenta: aunque es tan adelantado para su edad, tiene un solo diente, abajo, en el medio, rarísimo, que no acaba de salirle–, digo que él se devora todo objeto que logra atrapar: los broches de la ropa, los ruleros y hasta la cola de nuestro gato –que es un gato muy sufrido–, si bien tiene una marcada predilección por las tetas de la mamá. En cuanto a libros propiamente dichos, Nahuel ya se devoró media tapa de Tomasito (bien ablandada por el agua, ya que su lugar preferido de lectura es el catre del baño), y todos los lomos de Los morochitos. (Cuando la otra abuela sugirió si no sería más higiénico un pedazo de bola de lomo envuelto en un trapito limpio, a la usanza antigua, que de paso cañazo lo alimenta, o tan siquiera un buen mordillo, de esos que se compran en la farmacia, mi hija y yo la miramos con lástima: “¡Mire si va a comparar, señora! ¿O no ve que la criatura está leyendo?”).

Pasando a Camila–la nieta cocorita y camorrera protagonista de varios de mis relatos– ya es, a los cuatro, una avezada lectora, capaz de aconsejarle a Graciela Montes que había una vez una casa debería titularse Había una vez un pollito; que aprendió a decir malas palabras con las pulguitas boca sucias de Roldán (porque lo que es en casa no aprendió): que jamás se va a dormir sin por lo menos cinco libros(entre los cuales nunca falta Babar ni El ratón feroz ni Lucas en el jardín); y que, siguiendo las expresas y muy precisas instrucciones de Ema Wolf, diariamente se aplica con esmero a enseñarle a tejer al gato.

Tengo una anécdota. Hace un tiempo –Camila tenía por ese entonces dos años y medio– un día en que yo estaba contándole Hansel y Gretel sin cambiar una sola palabra (ni siquiera una entonación) porque si no se enoja y yo tengo que volver a contarlo desde e l principio, algo sucedió en su cabeza, porque mi nieta, que siempre me miraba la cara cuando yo le leía, empezó a meterse los dedos en la boca y después a pasarlos dedos por las letras de la página. A mí se me estrujó el corazón: Camila, acababa de descubrir que el libro hablaba, y que hablaba por mi boca. ¿Acaso en ese momento Camila también intuyó que si el libro hablaba por mi boca podría hablar por boca de ella?

Creo que sí. Porque no había pasado una semana cuando sucedió lo siguiente: Camila me trae un libro para que le lea, yo intento leerlo sin anteojos (los había perdido) y no veo. “No puedo leer sin anteojos”, le digo. (Mirada de azoramiento de Camila que me toca los ojos y después toca las palabras con cara de no entender). Entonces yo me pongo a buscar los anteojos, con ella detrás prometiéndome que su papá me iba a comprar unos. Al final los encuentro, agarro el libro, la siento a la nena en mis rodillas y me pongo a leer; “Había una vez una princesa...”. Y me doy cuenta de que, en ese momento, a Camila le importa poco la suerte de la princesa: lo que le importa, lo que mira con avidez, son mis anteojos. Y, claro, me los saca, intenta calzárselos ella y, con los anteojos puestos quiere hacer hablar al libro. Después de un rato me mira desconsolada: “Yo no puedo leer”, dice. Y desde ese día, por bastante tiempo, y pese a todas mis explicaciones que sonaban complicadas y ridículas, Camila buscó “los anteojos de leer”.

Y voy a terminar con una historia que comenzó hace 37 años. Yo tenía 17 y me iniciaba como maestra en un Primero Inferior de más de cuarenta chicos. Recién salida del Normal, mis ideas acerca de cómo enseñar a leer y a escribir eran vagas. Sin embargo, para las vacaciones de julio, cada chico se llevó a su casa un libro de cuentos de nuestra biblioteca: todos sabían ya leer. Y, lo más importante: todos querían leer.

Durante 16 años fui maestra de grado. Y así como equivoqué el camino con mis hijos, logré grandes éxitos con mis alumnos, que salieron excelentes lectores. Cada tanto encuentro a alguno, que me lo recuerda. (Cuando alguien me dice por la calle: “Señorita Graciela”, ya sé por dónde viene la cosa).

Y ahora el final de la historia...

Hace un tiempo me llaman a mi casa por teléfono: “Señorita Graciela –me dice una voz de mujer–, soy Alicia Gutiérrez ¿se acuerda de mí?"

¿Acordarme así de zopetón, de uno de los mil alumnos que pasaron por mis manos y por mi corazón? Pues sí me acordé. De su carita de seis años, del color de su pelo, de dónde se sentaba y hasta de su letra redonda me acordé.

¿Y saben qué me contó mi alumna?

Esto me contó: que ella tenía una abuela que siempre estaba triste, muy triste. ¿Abuelita, por qué estás tan triste?, le preguntaba mi alumna. Y la abuelita le contestaba que nada, que cosas de la vida. Hasta que un día, cuando mi alumna ya era una mujer, la abuela se lo confesó: “¿Sabés que yo nunca aprendí ni a leer ni a escribir?, sólo firmar sé”, y se lo dijo llorando. Y lloraba mi alumna mientras me lo contaba. Y, del otro lado del teléfono, también lloraba yo.

Y sigue la historia: entonces mi alumna le dijo a su abuela que no llorara más, que, sin que nadie se enterara, ella le iba a enseñar a leer y a escribir. Y le enseñó.

¿Y saben de qué se valió para enseñarle?

De los cuadernos de primero inferior, de lo que yo le había enseñado en esos cuadernos, hacía ya 37 años. Por eso me llamaba, para darme las gracias, decía.

¿Y qué pasó con la abuela? (esta historia tiene final feliz): que aprendió a leer y a escribir. Y que desde ese día leyó y leyó y leyó.

Pero no los diarios o las revistas para señoras o las recetas de cocina... No señor: cuentos infantiles leyó, cuentos de hadas y de brujas y de enanitos: “Los que nunca nadie me contó, los que nunca pude leer cuando era una nena”.

Tan conmovida me sentí, tan hermoso me pareció ese relato de vida...

Por eso pensé en compartirlo con ustedes, maestros.