viernes, 30 de octubre de 2020

Cuento: EL PARAGUAS DEL MAGO de Graciela Montes Ilustradora, Ana Sanfelippo



HABÍA UNA VEZ UN MAGO QUE, EN LUGAR DE VARITA MÁGICA, TENÍA UN PARAGUAS.

ERA UN PARAGUAS ROJO Y VERDE, MUY GRANDE Y MUY HERMOSO.




—QUEREMOS CARAMELOS —DECÍAN LOS CHICOS.

—¡ABRAPARAGUAS! —DECÍA EL MAGO.

Y DEL PARAGUAS CAÍAN LOS CARAMELOS MÁS RICOS DEL MUNDO.




—ME GUSTARÍA PODER COMPRARLE UNAS FLORES A MI NOVIA —DECÍA UN MUCHACHO.

—¡ABRAPARAGUAS! —DECÍA EL MAGO.

Y DEL PARAGUAS CAÍAN FLORES DE TODOS COLORES.




—¡CÓMO ME GUSTARÍA TENER UN CACHORRITO! —DECÍA UNA NENA

—¡ABRAPARAGUAS! —DECÍA EL MAGO.

Y DEL PARAGUAS CAÍAN CACHORRITOS QUE ENSEGUIDA EMPEZABAN A MOVER LA COLA.




—¡QUÉ GANAS DE COMER SANDÍA! —DECÍA UNA FAMILIA.

—¡ABRAPARAGUAS! —DECÍA EL MAGO.

Y DEL PARAGUAS ABIERTO CAÍAN SANDÍAS ENORMES Y DULCES.





UN DÍA EL PAÍS DEL MAGO SE SECÓ.

HACÍA MUCHÍSIMO CALOR, TANTO QUE LAS FLORES SE MARCHITARON...

...Y SE ACHICHARRARON LAS SANDÍAS...

...Y LOS CACHORRITOS SE MORÍAN DE SED.

—¡QUE LLUEVA! ¡QUE LLUEVA! —PEDÍAN TODOS.

—ABRAPARAGUAS! —DIJO ENTONCES EL MAGO.

Y EMPEZÓ A LLOVER Y A LLOVER PERO... ¡DEBAJO DEL PARAGUAS!




Y EL MAGO FUE POR ACÁ Y POR ALLÁ, LLOVIENDO CON SU PARAGUAS.

Y, POR DONDE ÉL PASABA, CRECÍAN LAS FLORES.

Y LAS SANDÍAS SE PONÍAN GORDAS.




Y LOS CHICOS DECÍAN:

—¡OIA! ¡UN PARAGUAS QUE LLUEVE!



FIN



EL PARAGUAS DEL MAGO
Autora: Graciela Montes
Ilustradora: Ana Sanfelippo
Colección Pequeñas historias
Editorial: Loqueleo Santillana

Libros para compartir las primeras lecturas literarias de los chicos.
Textos breves y coloridas imágenes. Lenguaje sugerente y poético.


El mago tiene un paraguas secreto que da flores, caramelos…
y hasta hace llover.

 

jueves, 29 de octubre de 2020

LAS ARVEJAS DE ETELVINA de Ema Wolf


Etelvina está pelando arvejas.

Con paciencia, abre las vainas una por una.

De adentro saca tres, cuatro, a veces cinco pelotitas verdes.

Las echará en el guiso, naturalmente.

Llega a la vaina número cincuenta y siete. La abre.

¡Oh! ¡Las arvejas no están!

Se fija bien. Revisa todos los rincones de la vaina. No, no están.

Pero dejaron un cartel. Por la letra, tiene que ser de ellas. Dice: “Nos fuimos a un baile de disfraces. Volvemos tarde”.



Etelvina está muy disgustada. Nunca le pasó una cosa así en la mitad de un guiso.

Ahora no le queda más remedio que esperarlas. Por culpa de ellas el guiso demorará.

La espera se hace larga. Cabecea sentada en una silla dura.


Como a medianoche abre otra vez la vaina. Las arvejas han vuelto y duermen a pata suelta.

Etelvina grita.

Una está disfrazada de mosca, otra de corcho y otra de pelo.

Imposible echarlas en la olla. ¡Le arruinarían el guiso!


Etelvina piensa que con esas arvejas no se puede. Mañana le presentará las quejas al verdulero.


FIN

 

miércoles, 28 de octubre de 2020

Cuento: EL FANTASMA ASUSTADO de Ricardo Mariño


En aquel castillo abandonado, vivía una familia de fantasmas desde hacía seiscientos años: el padre, la madre, el hermano mayor y el fantasmita menor, llamado Sabañón, de solo 123 años. Sabañón era bastante miedoso y vivía asustado por las historias de humanos que le contaba su hermano.

La madre explicaba a Sabañón que un humano no puede atravesar paredes ni ver en la oscuridad. En vano trató de hacerle entender que, aunque fueran horribles, los humanos eran incapaces de hacerle daño a un fantasma. Pero igual el pequeño tenía pesadillas.

Así, el día en que apareció en el castillo una verdadera familia de humanos, Sabañón casi se muere del susto.

Los humanos se quedaron a vivir en el castillo y, para Sabañón, comenzó una etapa difícil: vivía aterrorizado, no salía del sótano y hasta empezó a tener problemas de aprendizaje en la escuela de fantasmas.

Hasta que al padre se le ocurrió una idea para alegrar a Sabañón: enseñarle a asustar a los humanos.

El juego empezó a divertir tanto a Sabañón que no pasaba un minuto sin aullar, abrir una puerta o hacer que su cara se reflejara en un espejo.
Durante la noche les retiraba las mantas de la cama, movía una silla o hacía tintinear las copas. Los humanos corrían asustados, y él se mataba de risa. Así les perdió el temor.

Pero claro, los humanos vivían tan atemorizados que comenzaron a decir entre ellos que se marcharían del castillo.

Un día, la mamá le explicó a Sabañón que así como él les había tenido miedo a los humanos, ahora ellos le tenían miedo a él y que los chicos humanos sufrían mucho por eso.

—Tenés razón, mami —le dijo Sabañón—, ¡pero a mí me gusta asustarlos!

—Solo tenés 123 años, querido, pero ya lo vas a entender —le dijo la mamá—. Te doy permiso para que los asustes una sola vez por mes, los días 13.

Desde entonces, el día favorito de Sabañón es el 13. Para ese día prepara sus mejores trucos y hasta invita amiguitos de su colegio de fantasmas. Y los humanos de ese castillo tienen 29 días de tranquilidad por mes y uno de terror.

© Ricardo Mariño
© Editorial Puerto de Palos S.A.
Ricardo Mariño / Ilust.: Vanessa Zorn - Imagen cuento: Páginas 12 y 13 © Editorial Puerto de Palos S.A.

 

martes, 27 de octubre de 2020

Espacios rurales...parte 2


Hola!

En el posteo "Espacios rurales... parte 1", vimos imágenes de diferentes espacios en los que podían observarse los cambios producidos por las personas.

Las personas modifican los ambientes naturales para mejorar sus condiciones de vida. Para ello realizan distintas construcciones de acuerdo a sus necesidades. En esas las fotos se ven: casas y otros edificios, postes de luz, caminos, juegos y cultivos. El ambiente también se modifica para la producción de alimentos o materia prima para elaborarlos. 

En nuestro país se producen alimentos muy variados. ¿Saben de dónde provienen las frutas y las verduras que comen? 


Te contamos la historia de Juan:

Juan tiene 8 años y vive con su familia en Módulo, en la provincia de Jujuy. Como la mayoría de la gente del lugar, su familia trabaja criando cabras y algunas vacas. Su mamá también cultiva maíz y papas que les sirven de alimento.

Con sus vecinos intercambian su ganado por tejidos (mantas y ponchos) o piezas de alfarería (ollas para cocinar). Una vez al año van a Tilcara para vender algunos animales y comprar lo que necesitan: sal, azúcar, vino, arroz o alguna golosina. Juan, como todos los chicos de la zona, va a una escuela rural. Para llegar, camina entre los cerros.

La mamá de Juan pasa mucho tiempo hilando lana mientras camina detrás del ganado o mientras vigila que no se le queme la comida. Varias veces por año, su papá trabaja en la cosecha de algodón o en la de la caña de azúcar (la zafra).

(Adaptado de cuaderno para el aula. Ciencias sociales 1, Buenos Aires, Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, 2007, pp. 46/47).

Como pueden ver, en nuestro país se produce mucha variedad de alimentos. Esas producciones pueden ser para vender y para que las familias que las producen se alimenten.

 

lunes, 26 de octubre de 2020

Espacios rurales... parte 1


Hola chicos!

Seguramente, algunos de ustedes conocen espacios rurales. 

Estos lugares están menos transformados por la acción de las personas que las ciudades. Por eso en esos espacios podemos reconocer más elementos de la naturaleza. 

Por ejemplo: la vegetación, los ríos, los árboles. 

Ahora, miren con atención las siguientes fotos.

https://cdn.continuemosestudiando.abc.gob.ar/uploads/7291d20d-ac3f-406a-86e2-a43639cbad76.png

Miremos la imágenes y pensemos un momento: ¿Qué elementos naturales reconocemosn en las fotos? ¿Qué cosas del paisaje fueron modificadas por las personas?

¿Una ayudita?

https://cdn.continuemosestudiando.abc.gob.ar/uploads/4718fede-2cd9-464a-9cf3-232e38e0ea51.png

1. Cultivos de soja.
2. Arbustos que rodean el cultivo.
3. Juegos infantiles.

https://cdn.continuemosestudiando.abc.gob.ar/uploads/9d3cc364-de8c-4453-b908-a28ca16848db.png

1. Cultivos.
2. Camino.
3. Postes de luz.
4. Casas y alambrado.
5. Otras construcciones y caminos.

¿Encontraron alguna otra? Si quieren, pueden anotarla en la opción "Comentarios" al finalizar este posteo.

 

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh0KnF2V3WndZUPvsZ9EqsFeCutzVPOWTWkba2uSEyO_aexhSNDgtXxgk7MARAv7H4XWUfstKJOVElQ8x0bCmOR2UVBpVJOEEkzGjGqS7qgG2HAHpJ2-ZMa2JqJiLQfhBKzOSxa-0CpuhzE/s1600/Logo1_bibliopeque_Alexdg_2011.JPG 

 

Leer nos da un lugar donde ir, cuando tenemos que quedarnos donde estamos 

 

LA PRINCESA Y EL GUISANTE Autora de esta versión: María Cristina Ramos - Ilustraciones: Cynthia Orensztajn


La princesa y el guisante

Origen: Dinamarca
Si bien versiones de este relato se vienen contando hace mucho tiempo, el primero que lo escribió y lo publicó fue Hans Christian Andersen en 1835.


 

 

María Cristina Ramos (Mendoza, 1952). Es profesora de Literatura. Ha escrito y publicado cerca de 20 libros. Su obra ha sido distinguida por las delegaciones de IBBY de México y Argentina (ALIJA). Ha sido candidata al Premio Christian Andersen por la Argentina. Fundó la editorial Ruedamares.
Cynthia Orensztajn (Buenos Aires, 1973). Estudió Diseño Gráfico en la Universidad de Buenos Aires y se desempeñó en esta tarea en varios estudios de diseño y agencias de publicidad. Se formó como ilustradora en los talleres de Mirella Musri, Claudia Legnazzi, Edgard Ródez e Istvansch. Ha ilustrado numerosos libros infantiles.
 
 
Esta es la historia de una princesa y un guisante. Todo guisante es una semilla; toda semilla es un pequeño mundo.
En las semillas todo es posible, en su interior se puede bailar, volar y vivir en el corazón de una flor. En sus veredas redondas crece la primavera, pero muchos de sus caminos dan al invierno.
El invierno de las semillas es un paisaje inmóvil, sin color ni viento. A veces desde la semilla llegan voces, gotas de conversaciones. Son los seres que alguna vez entraron en ellas y no han encontrado todavía la puerta para regresar.

Todo esto sabía la princesa, que venía abriéndose paso en la tormenta; tenía que llegar al palacio que estaba en la cima de la montaña.


En ese palacio, que veía ya a través de la lluvia, vivía un príncipe en edad de casarse. Ella lo había cruzado varias veces en los caminos y se había vuelto a mirar su espalda de gigante desorientado, sus pasos de solitario.

Era el príncipe del Reino de Nomeolvides, y sus padres, ya ancianos, querían que se casara para que continuara con el reinado.

—Queremos que elijas a una verdadera princesa —le habían dicho. Él, no del todo convencido, fue llevando a palacio a las jóvenes más bellas de las cercanías para someterlas a la mirada de los reyes.

Pero unas por altas y otras por pequeñas, algunas por bochincheras y otras por tímidas, algunas por descuidadas y privadas de elegancia, ninguna consiguió la aceptación de los reyes. Así, todas debieron volver a sus hogares con un puñadito de monedas de oro y algún sombrero de tafetán como agradecimiento y pasaje hacia el olvido.


El príncipe entonces decidió partir hacia los reinos vecinos y continuar con la búsqueda. Se vistió con ropas sencillas tomadas del cuarto de los jardineros para no llamar la atención y mezclarse entre la gente sin ser reconocido, cargó su morral con lo que creyó necesario, montó su caballo blanco y partió.

Galopó a través de la lluvia durante mucho tiempo hasta que el hielo vidrió los caminos y el aire era tan frío que congelaba sus pestañas. Buscó entonces refugio en una casa del bosque.

En la casa vivía una anciana que lo recibió con una sonrisa. El resplandor del fuego de la cocina se desplegaba como un reino. Con el crepitar de los leños, pudo recuperar el calor y sonreír. La sonrisa del príncipe no aparecía muchas veces porque quedaba siempre debajo de su preocupación.

El pan estaba horneándose y despedía un aroma que flotaba y, en dibujos de vapor, empañaba las ventanas. El príncipe nunca había estado en una casa tan pequeña ni había visto ventanas tan diminutas, ventanas que bajo las enredaderas se abrían como los ojos de los cervatillos.


—¿Qué busca en mitad del invierno? —le preguntó la anciana.

—Busco a una princesa para casarme —le respondió.

—Qué pena —dijo ella—. Hace algunos meses pasó una por aquí.

La mujer compartió con él el pescado casi transparente que había cocinado y una montañita de papas.

Luego el príncipe se quedó dormido; la anciana lo protegió con una manta tejida por ella. Él soñó con una princesa envuelta en una túnica del color del mar.


Durmió un tiempo incontable y al despertar se despidió y siguió camino.

Al atardecer de ese día llegó a la plaza de un reino vecino, donde algunas jóvenes paseaban juntando caracolas sin memoria y buscando el sol. Pasó a su lado mirándolas una por una. Se sentía confundido. Cómo saber si alguna de ellas era una princesa verdadera. De lejos llegaba una canción que decía:

Del día y de la noche
nace el agua;
del día y de la noche,
los caminos.
Nada ve y nada encuentra
el que no sabe.
Nada ve y nada encuentra
el peregrino.

El príncipe rodeó la plaza al paso de su caballo tratando de encontrar a la dueña de la voz, pero no la encontró. Entonces buscó otra vez el camino y galopó hasta el siguiente reino. Allí, bajo un horizonte de castillos, había una feria. Los feriantes venían de otras latitudes y hablaban idiomas extraños. Muchas jóvenes recorrían el lugar, algunas ataviadas bellamente. Seguramente entre ellas había princesas, pero ¿serían verdaderas?
¿Debería mirar entre las que vestían con brillos y destellos? ¿O habría que buscar entre las que tenían en sus ojos el suave temblor del bosque?

Se acercó a una y le pidió agua, pero la chica, distraída ante las telas bordadas en hilos de oro que ofrecía un mercader, no escuchó su pedido. Otra derramó el agua antes de servírsela y la tercera dijo que sabía de una vertiente a la que iban a beber los enamorados. El príncipe cerró los ojos con esperanza, pero cuando volvió a abrirlos, la chica ya no estaba.

Decidió entonces ir a recorrer las islas cercanas. Atravesó veloz el primer puente y llegó a un lugar tranquilo que lo llenó de presentimientos, pero allí solo vivían parejas jóvenes que criaban a sus hijos pequeños.

Cruzó el segundo puente y llegó a una isla donde todos dormían y solo los pájaros volaban y alumbraban los árboles con plumajes y trinos. Se hubiera quedado ahí para amansar su tristeza, pero siguió adelante.

Al atravesar el tercer puente vio a alguien con una túnica azul, alguien que caminaba lento como si contara sus pasos.


Al acercarse, ella alzó los ojos y lo miró como si lo conociera. Fue un segundo apenas, como un suspiro de luz, pero en ese instante el caballo se encabritó y partió al galope alejándolo irremediablemente.

En esa isla un anciano le preguntó:

—¿Qué busca?

—Busco a una princesa para casarme—le respondió.

—Qué pena —dijo el hombre—. Hace algunas horas pasó una por aquí.

El príncipe se apeó para descansar y entonces escuchó a alguien que cantaba:

Del sol y de la sombra
nace el sueño,
del sol y de la sombra,
los olvidos.
Nada ve y nada encuentra
el temeroso;
nada ve y nada encuentra
el distraído.

Mordido por la curiosidad, siguió otra vez el rumbo de la voz. Parecía venir del bosquecito cercano. Avanzó al paso, la cola de su caballo dejaba un dibujo en la suavidad de la arena. Se detuvo para escuchar mejor, pero solo los estorninos conversaban con ese tejido de trinos que deja tan ajenos a los humanos.

La voz no se volvió a escuchar y él se sentía tan cansado que quiso volver. El invierno estaba llegando nuevamente y quería descansar y protegerse antes de seguir con su búsqueda.

Galopó desandando la distancia que lo separaba de su reino. Arriba los nubarrones oscurecían el aire y se estiraban como dragones. Desde chico temía las tormentas, aunque ahora no debía asustarse, se dijo, porque ya era un príncipe hecho y derecho; pero igual su corazón –que no había crecido mucho– galopaba tanto como el caballo y temía como si fuera el que años antes se volvía ovillo en su cama de principito.

Cuando finalmente entró al palacio, los truenos fueron más intensos y el viento azotó los postigos de las ventanas del palacio.


Abrazó a sus padres y cayó rendido.
Durmió durante horas. Soñó con una joven que, a paso de paloma, se acercaba con un vestido de nube.

Y entonces alguien golpeó a la puerta.
El príncipe se sobresaltó y se puso en pie, confundido, creyendo que se apeaba de su caballo blanco. Dio una palmada cariñosa a su almohada y recién entonces despertó por completo.

—¿Quién puede haber llegado a palacio en mitad de esta terrible tormenta? —se espantó el rey.

—Buenas tardes —dijo alguien escurriendo su vestido maltratado por el aguacero.

—¿Quién es usted? —preguntó la reina.

—Soy una princesa.

La hicieron pasar y trajeron muchas toallas para secarle la lluvia.

—¿Cómo puede una princesa atravesar la tormenta? —preguntó el rey.

—¡Qué lindos ojos tiene!—dijo el príncipe en voz baja.

—No solo atravesé esta tormenta —dijo la recién llegada—. También atravesé el mar en una embarcación que naufragó cerca de la orilla. Tuve que nadar para ponerme a salvo.

—Eso no es fácil de creer —dijo el rey.

—Tengo cómo demostrarlo, mi señor —dijo la recién llegada. Abrió su mano y dejó ver algo como un corazón transparente—. Es ámbar, la semilla de luz que solo crece en el fondo del mar.

—Hay una forma de saber si lo es —dijo, desconfiada, la reina, y lo sumergió en una copa de agua con sal. El corazón flotó porque era de ámbar, la reina asintió con una sonrisa y le ofreció hospedarse en el palacio.

La chica sacó varios peines de un morral y pidió subir hasta lo alto de la escalera.
Allí comenzó a desenredar su pelo, que fue cayendo en cascada por los escalones.
Los peines fueron desprendiendo gotas de lluvia y de mar y también unas cascaritas sombrías que formaron un charco de misterio bajo el descanso de la escalera.



Solo una princesa podía tener un pelo tan largo y tan brillante, pensaba el príncipe mientras la veía peinarse.

Esa noche, la reina, que no quería equivocarse con la recién llegada, decidió someterla a una prueba. Preparó su cama con siete colchones y agregó varios edredones más antes de tender las sábanas.
Y en el colchón de más abajo puso un guisante, redondo y pequeño como un pequeño mundo. Lo había cosechado de una enredadera que crecía en el límite de las tierras oscuras.



El príncipe aguardó con impaciencia que amaneciera.

—¿Cómo ha pasado la noche? —le preguntó la reina al día siguiente.

—La verdad es que no muy bien —respondió la chica—, algo me incomodaba terriblemente y casi no pude dormir.

La reina y el rey –que creían que un guisante es nada más que un guisante– se alegraron y, convencidos de que era una princesa auténtica, animaron al príncipe para que se casara con ella.

Pero el príncipe no confiaba demasiado en la opinión de su madre ni en la de su padre y pidió esperar unos días.

Sumada a las costumbres de palacio, la chica conversó en las horas diurnas con la reina y en las horas nocturnas con las chicas de la servidumbre. Pero cuando salía la luna, subía a los balcones y allí conversaba largamente con el príncipe.

Una mañana se escapó hasta las caballerizas y acarició al caballo blanco, que la miró como si la conociera. Entonces ella empezó a cantar:

Del sol y de la sombra
nace el verde,
del bosque y de la lluvia,
los perdidos.
Que se vuelva agua dulce
la tormenta,
que acaricie de amor
al peregrino.

Cuando el príncipe la escuchó, reconoció la voz que lo había cautivado en lejanos caminos y recordó la mirada de la chica del puente. Entonces estuvo seguro y tranquilo porque la conocía desde antes de su llegada y, desde antes, había soñado con ella.

Y se casaron felices y felices vivieron.
Y el guisante rodó por un camino de viento para golpear a la puerta de este cuento.



*
Fin
*



Brujas, princesas y pícaros
Cuentos clásicos infantiles

SÍNTESIS
Estos cuentos pasan de boca a oreja de mamás, papás, abuelas, tíos y chicos desde hace mucho, mucho tiempo. “Hansel y Gretel”, “Caperucita Roja”, “La princesa y el guisante”, “Pedro y el lobo” y “La sopa de piedra” son historias que los van a acompañar siempre.
Por eso, es importante leerlas una y otra vez hasta que se las sepan de memoria, hasta que se queden dormidos y las sueñen, hasta que se despierten hablando del lobo, de la princesa y de la bruja como si estuvieran ahí.

 

 

domingo, 25 de octubre de 2020

LAS COSAS QUE ODIO de Ana María Sua



Ilustración: Pablo Bernasconi
LAS COSAS QUE ODIO



Me encantan los dentistas

Yo tengo una amiga con más dientes
de los que usa la mayoría de la gente.

Tenemos muchas cosas en común:
nos gusta la ensalada con atún,
los domingos canjeamos revistas,
y a las dos nos encantan los dentistas.

Mi amiga es tan prolija y obediente
que jamás se comería un caramelo
por cuidar de sus muelas y sus dientes.
En su vida probó una golosina
porque sabe que el azúcar es dañina.
Y siempre se limpia con hilo dental
para que nada le vaya a hacer mal.

Pero a veces su mamá la reta un poco:
"Diana Laura, perdoname que insista:
aunque luego te cepilles bien a fondo,
no está bien que te comas al dentista.
¿Por qué no te portás como tu amiga,
que es ejemplo de buena educación?
Aunque vea un odontólogo sabroso
se conforma con darle un mordiscón".

Ilustración: O´Kif (Alejandro O´Keeffe)






Odio viajar en auto

Viajar en auto es bobo,
no es nada divertido,
y de tan aburrido
es casi parecido
a no poder dormir:
¡yo quiero haber llegado
pero no quiero ir!
No quiero contar autos
como ovejitas blancas
que saltan una cerca,
que pasan, que pasamos
que van para otro lado,
no quiero ver las torres
de la electricidad
volando tan veloces
que no alcanzo a contar.
Y mi hermanito llora,
papá siempre se enoja,
mamá nos grita basta,
y siento olor a nafta
y quiero irme a mi casa.

Si miro a la distancia
parece que la ruta
está toda mojada.
Mamá dice "Qué lindo,
eso es un espejismo".
A mí me da lo mismo:
ni me parece lindo
ni me parece bello
para ver espejismos
en vez de andar en auto
prefiero ir en camello.




LOS EXAGERADOS



La pequeña Analía García

La pequeña Analía García,
caminando distraída, sin pensar,
pisó un chicle por Pampa y la vía
y ya nunca se pudo despegar.
Pasaron las horas y los días.
Sus padres le llevaban de comer.
Pasaron las semanas y los meses.
Analía empezaba a crecer.
Terminó la primaria en calle.
Las maestras la ayudaban a estudiar.
Analía era linda y los muchachos
le decían piropos al pasar.
Tuvo un novio que allí la visitaba.
Se casó, pero no se despegaba.
Pasaron los meses y los años:
Analía empezaba a envejecer.
Andaría por los ochenta y pico,
cuando un nieto fue a verla con su hijo,
y el bisnieto, simpático, le dijo
después de mirarla un largo rato:
"Si querías despegarte, bisabuela,
¿por qué no te sacaste los zapatos?"





El extraño caso de Marcelo


A Marcelo, hasta la edad de siete años,
no le había pasado nada extraño.
Pero un día hubo un hecho estrafalario:
Marcelito decidió ser un canario.
La mamá andaba bastante preocupada:
su hijo comía mijo y aleteaba.
Imitando a una paloma de la plaza
aprendió a revolotear a lo torcaza.
Se volvió por el aire hasta su casa
y aterrizó tranquilo en la terraza.
Se hizo amigo del loro de su tía
y conversan entre ellos todo el día.
Como ya no le gusta más su cama,
ahora duerme parado en una rama.
Los vecinos llamaron a los diarios
por el caso del niño canario.
Un gato fue a atacarlo, equivocado,
y Marcelo lo hizo en estofado.
Decían por la tele al poco rato:
¡Canario gigantesco come gato!

 

 

 

 

 

 

jueves, 22 de octubre de 2020

SERAPIO SAPO de Horacio Alva




Serapio se contagió de una extraña enfermedad y ha olvidado que es un sapo.Solamente los abuelos sapos pueden sanarlo, pero antes deben encontrarlo y evitar que siga metiéndose en problemas.


LA HISTORIA DE SERAPIO SAPO NO SE PARECE EN NADA A OTRAS HISTORIAS DE SAPOS, DE RANAS O DE ALGÚN ANIMAL PARECIDO QUE ANDE POR ALLÍ. ES QUE A VECES SERAPIO SE COMPORTA COMO UN SAPO MUY POCO SAPO.

BUENO, DICHO ASÍ PARECE UN TRABALENGUAS, PERO SI SIGUEN LEYENDO ESTE CUENTO SE VAN A DAR CUENTA QUE NO ES UN CUENTO LO QUE LES CUENTO.

USTEDES SE PREGUNTARÁN SI SERAPIO TIENE COLOR DE SAPO... SÍ, CLARO, VERDE SAPO.

¿Y CAMINA COMO UN SAPO? NO SÓLO ESO: ¡SALTA COMO UN SAPO!

¿Y CANTA “CROAC CROAC” A LA LUZ DE LA LUNA? POR SUPUESTO, COMO TODOS LOS SAPOS.

ENTONCES NO QUEDAN DUDAS: SERAPIO SAPO ES UN SAPO BIEN SAPO.

BUENO, OJALÁ ESTE CUENTO FUERA MÁS SENCILLO DE LO QUE PARECE, PERO LA VERDAD ES QUE HAY UN PROBLEMA BASTANTE SAPO… ¡PERDÓN!... QUISE DECIR BASTANTE SERIO EN ESTA HISTORIA. Y ES NADA MÁS Y NADA MENOS QUE EL MISMO SERAPIO.

SUCEDE QUE SERAPIO SUFRE DE UNA EXTRAÑA ENFERMEDAD LLAMADA POCOSAPOYONOSEPO.

ESTA ENFERMEDAD, QUE SÓLO CONTAGIA A UN SAPO DE CADA UN MILLÓN, HACE QUE EL POBRE SAPO ENFERMO SE OLVIDE QUE ES UN SAPO Y COMIENCE A ACTUAR COMO CUALQUIER ANIMAL QUE SE CRUCE EN SU CAMINO.

CLARO, PENSARÁN QUE NO ES TAN GRAVE.

PERO NO HAY COSA MÁS PELIGROSA EN EL MUNDO ENTERO QUE UN SAPO CUANDO OLVIDA QUE ES SAPO. Y SÍ, A VECES SERAPIO PIENSA QUE ES GORRIÓN, OTRAS VECES GATO. POR ESO NO ES EXTRAÑO VERLO HACIENDO NIDOS EN LOS ÁRBOLES O MAULLANDO DE NOCHE SOBRE UN TEJADO. O PEOR AÚN: METIÉNDOSE EN PROBLEMAS CON EL PERRO DEL VECINO.

PERO POR SUERTE PARA SERAPIO EXISTE UNA MEDICINA CASERA QUE PREPARAN LOS ABUELOS SAPOS LLAMADA SOPACINA DE SAPOLOCO. ESTE MÁGICO REMEDIO, MEZCLA DE RAMITAS SECAS Y MIEL DE SAPO… ¡PERDÓN!... MIEL DE ABEJAS, SANA PARA SIEMPRE A LOS SAPOS QUE SUFREN DE ESTA RARA ENFERMEDAD.

Y SANTO REMEDIO, NO HAY SOPA, DIGO SAPO, QUE SE RESISTA A LA BUENA SOPACINA QUE LOS ABUELOS SAPOS SABEN PREPARAR LAS NOCHES DE LUNA LLENA A ORILLAS DE LA LAGUNA.

FUE ASÍ QUE UNA MAÑANA EMPEZARON A BUSCAR A SERAPIO SAPO. SE IMAGINARÁN, NO FUE FÁCIL ENCONTRARLO, YA QUE HABÍA ESTADO VOLANDO DESDE MUY TEMPRANO CON LOS TEROS QUE VIVEN EN EL CAMPO. Y LUEGO, COMO SI ESO FUESE POCO, COMENZÓ A LLEVAR HOJITAS HACIA UN HORMIGUERO. CLARO, LAS HORMIGAS LO MIRABAN ASOMBRADAS. “ESTE SAPO ES DE OTRO POZO”, COMENTARON.

PERO VOLVIENDO AL SAPO Y SIN DEJARNOS LLEVAR POR OTRAS CUESTIONES, ESA NOCHE LOS ABUELOS SAPOS LE DIERON A SERAPIO LA SOPACINA. SERAPIO, MIENTRAS TANTO, PREGUNTABA PARA QUÉ ESE REMEDIO, SI ÉL ERA UNA LECHUZA, POR LO QUE FUE BASTANTE DIFÍCIL CONVENCERLO.

DE TODAS MANERAS Y LUEGO DE UN SAPO... ¡PERDÓN!... QUISE DECIR LUEGO DE UN RATO, SERAPIO ACEPTÓ Y TOMÓ DOS GOTITAS.

PRONTO SE SINTIÓ MEJOR, PERO COMO ESTABA MUY CANSADO DECIDIÓ PONERSE A DORMIR SOBRE UN PÉTALO DE ROSA QUE FLOTABA EN EL AGUA.

Y A LA MAÑANA SIGUIENTE, CUANDO SE DESPERTÓ, SERAPIO COMENZÓ A CANTAR “CROAC CROAC” SIN PARAR JUNTO A OTROS SAPOS. LUEGO, DE UN SALTO, SE ZAMBULLÓ A LA LAGUNA Y NADÓ DURANTE TODO EL DÍA COMO UN SAPO, COMO UN VERDADERO SAPO, COLOR VERDE SAPO.



FIN

Horacio Alva, escritor bahiense que desde hace varios años desarrolla –con el auspicio de la Cooperativa Obrera– encuentros narrativos en establecimientos educativos y bibliotecas populares de toda la región, nos ofrece otro de sus cuentos infantiles.

 

 

miércoles, 21 de octubre de 2020

ASÍ ES MI CORAZÓN de Jo Witek Christine Rousey

 

 

¡Nuestro corazón habla sobre los distintos sentimientos!

 

 

 

 

 

MI CORAZÓN ES COMO UNA CASITA-

DENTRO PASAN MUCHAS COSAS… 

¡Y ESTÁN TODAS REVUELTAS! HAY RISAS RUIDOSAS

Y DÍAS DE LLUVIA,

 ENOJOS GRANDOTES Y GANAS DE SALTAR.

HOY VOY A ABRIR LA PUERTA DE MI CORAZÓN PARA

INVITARTE A PASAR

 

 

 

 

 

 

CUANDO ESTOY CONTENTA, MI CORAZÓN PARECE 

UNA ESTRELLA GRANDE Y BRILLANTE.

¡NO PARO DE SONREÍR Y ME VUELVO TAN DULCE

COMO UN CARAMELO!

PARECE QUE PUEDO VOLAR Y SALUDAR A TODO EL MUNDO

DESDE ARRIBA.

 

 

Y CUANDO QUIERO VIVIR AVENTURAS... ¡NADA ME PUEDE PARAR!

MI CORAZÓN SE VUELVE TAN ALTO Y FUERTE QUE LLEGA HASTA

LAS NUBES.

¡MIRÁ LO QUE HAGO! ¡QUÉ VALIENTE SOY!

 

 

PERO SÍ ESTOY ENOJADA, MI CORAZÓN GRITA, PATALEA Y

PARECE A PUNTO DE EXPLOTAR.

CUANDO VEAS QUE LOS CACHETES SE ME PONEN COLORADOS

¡TEN MUCHO CUIDADO!

 

SI ESTOY TRANQUILA, MI CORAZÓN PESA TAN POCO COMO UN

 GLOBO Y YO FLOTO COMO SI FUESE UN COPITO DE NIEVE, SUAVE

 Y REDONDO

¡ES COMO ESTAR EN BRAZOS DE MI FAMILIA!

 

 

SI ME PELEO CON MIS AMIGOS, ME DUELE EL CORAZÓN. ¡PARECE

QUE SE ME VA A ROMPER EN TROCITOS!

PERO UNA PALABRA DE PERDÓN Y UN BESITO ME CURAN ENSEGUIDA.

 

 

CUANDO ESTOY TRISTE, ES COMO SI UN ELEFANTE GRIS GIGANTE

SE METIERA EN MI CORAZÓN.

OCUPA MUCHO SITIO, Y ME APRIETA TANTO…

¡QUE SE ME ESCAPAN LAS LÁGRIMAS!

 

 ¡POR SUERTE SI PIENSO EN COSAS LINDAS, EL ELEFANTE GRIS GIGANTE 

SE MARCHA!

ENTONCES, EN MI CORAZÓN SALE EL SOL Y CRECEN PLANTAS Y FLORES

COMO SI FUESE PRIMAVER

¡ME SIENTO LLENA DE ESPERANZA!

 

SI TENGO MIEDO PORQUE MI CUARTO ESTÁ OSCURO Y OIGO RUIDOS, 

EL CORAZÓN ME LATE MUY RÁPIDO… ¡QUÉ SUSTO! ¿SERÁ UN LOBO O 

UN FANTASMA?

ENCIENDO LA LUZ ….¡ Y SOLO ES MI PELUCHE, QUE SE HA CAÍDO DE 

LA CAMA!

 

CUANDO ESTOY IMPACIENTE PORQUE SÉ QUE ALGUNO DE MIS PADRES 

ME DARÁN UNA SORPRESA ¡MI CORAZÓN SALTA!

ME RÍO, DOY VUELTAS, NO PUEDO ESTAR QUIETA. ¿QUÉ SERÁ?

¡QUIERO SABERLO YA!

 

A VECES, QUIERO JUGAR SOLA UN RATO, SIN ENSEÑARLE MI CORAZÓN

A NADIE.

ENTONCES ME DISFRAZO DE ARDILLA Y ME ESCONDO ENTRE LAS RAMAS

DE MI ÁRBOL SECRETO. ¡ALLÍ ME SIENTO SEGURA!

 

¿HAS VISTO?

¡MI CORAZÓN ES COMO UNA CASITA CON JARDÍN DONDE VIVEN MUCHOS

 SENTIMIENTOS JUNTOS!

¿CÓM ES EL TUYO, TE ANIMÁS A DIBUJARLO?