Marilin entra al negocio de ropa al mismo tiempo que la noche en la tarde.
Se dirige a la empleada que le ha salido al encuentro. Le pide un pantalón elastizado y da su talle.
La empleada entrega a Marilin la prenda. La invita de inmediato a trasladarse al probador.
Los probadores están al final del negocio. Son pequeñísimos cuartos separados entre sí por biombos y están distribuidos en dos hileras enfrentadas. Una hilera de probadores hacia la derecha. Otra, a la izquierda.
Cada probador tiene un puf donde apoyar los bártulos, un espejo grande en el frente, una cortina pesada y oscura que oficia de puerta.
Cuando una cortina está abierta, en general, el probador está desocupado.
Cuando dos probadores enfrentados están libres, los espejos se reflejan entre sí.
Marilin elige un probador desocupado de la derecha. Cierra la cortina y desaparece tras ella.
Con no poco trabajo por la escasez de espacio se quita la pollera que trae puesta y se calza los pantalones. El fácil deslizamiento del cierre corrobora el acierto en el cálculo del talle.
Primero se mira de frente. Evalúa si la reducción que se produce en el ancho de sus caderas justifica la compra. Acto seguido, el perfil.
Por último, de espaldas a su propia imagen y haciendo girar la cabeza hasta donde el cuello y los ojos acceden, se mira el reverso.
Marilin descorre la cortina y dando pasos hacia atrás se observa desde otra perspectiva. Se aleja, se acerca. Se agacha. Se vuele a parar.
En esto está, cuando una mujer que abandona el probador exactamente enfrentado al suyo deja abierta la cortina. Y es ahí cuando su imagen frente al espejo (la de Marilin) aparece seguida de una hilera de seres iguales a ella. Una fila infinita de ella misma que repite sus gestos y sus movimientos como si ensayaran una coreografía.
Marilin se entusiasma con la multiplicación de su persona.
Al compás de una música que recién ahora escucha, se pone a bailar. Fuera del probador, pero siempre frente al espejo, su cuerpo hace muecas y contorsiones que, alineados tras ella, otros cuerpos repiten a la perfección.
No puede sacarse la vista de encima.
Las empleadas la miran con indiferencia.
Por fin se acerca la que estaba atendiendo y le explica que van a cerrar.
Marilin decide la compra. Se queda con el vaquero elastizado. Entra al probador. Recoge su cartera y la pollera que traía puesta. En el espejo, infinitas Marilin recogen su cartera y la pollera que traían puesta.
Sale del probador en busca de la caja. Tras ella, infinitas Marilin salen del espejo y la siguen hacia la caja. La hilera es ordenada e interminable.
Marilin paga y con su mano derecha agarra la bolsa donde alguien ha guardado su pollera vieja. Tras ella, otra. Y otra tras la anterior. Las vendedoras despachan de prisa.
Sin darse vuelta, Marilin camina hacia la puerta de salida. La abre. Encara la calle y, a sus espaldas, una hilera de Marilin la encara también. Primero, sus cuerpos la siguen en fila. A las pocas cuadras, se desparraman entre la multitud. Algunas Marilin miran vidrieras, otras entran a la peluquería. Algunas trepan los colectivos, las más apuradas descienden por la escalera del subte. Hay una que se abraza con un hombre en una esquina.
Marilin llega a su casa. Es de noche y está cansada. Trabajó mucho ese día y también caminó.
Busca la llave en su cartera. Saluda al portero en el hall. Toma el ascensor. Baja en el quinto piso. Se detiene ante la letra B. Hace girar la llave. Por fin entra a su departamento y se saca los zapatos. Tira sobre un sillón la cartera y la bolsa donde han guardado su pollera vieja. Recuerda que tiene pantalones nuevos y se dirige al espejo del living. Se está mirando de frente cuando de pronto escucha que alguien abre la puerta de su departamento. Es ella que entra y se saca los zapatos. Enseguida se oye el ruido de una llave que se mete en su cerradura. Es ella que está abriendo la puerta. Al instante, se oye un ruido de pasos que viene por el pasillo desde el ascensor.
Son las cuatro de la mañana y Marilin ya no cabe en su propia cama.
FIN
En Cuentos Argentinos. Antología para gente joven,
Alfaguara, Buenos Aires, 1998.
Alfaguara, Buenos Aires, 1998.
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