Había una vez una vaca
en la Quebrada de Humahuaca.
Como era muy vieja, muy vieja,
estaba sorda de una oreja.
Y a pesar de que ya era abuela
un día quiso ir a la escuela.
Se puso unos zapatos rojos,
guantes de tul y un par de anteojos.
La vio la maestra asustada
y dijo: —Estás equivocada.
Y la vaca le respondió:
—¿Por qué no puedo estudiar yo?
La vaca, vestida de blanco,
se acomodó en el primer banco.
Los chicos tirábamos tiza
y nos moríamos de risa.
La gente se fue muy curiosa
a ver a la vaca estudiosa.
La gente llegaba en camiones,
en bicicletas y en aviones.
Y como el bochinche aumentaba
en la escuela nadie estudiaba.
La vaca, de pie en un rincón,
rumiaba sola la lección.
Un día toditos los chicos
se convirtieron en borricos.
Y en ese lugar de Humahuaca
la única sabia fue la vaca.
El vendedor de sueños
Vendo sueños con gusto a caramelo,
países raros, lentas maravillas,
ángeles que dan cine por el cielo,
y relámpagos para pesadillas.
Sueños como trapitos de colores,
imágenes y muchas otras cosas.
Algunos tienen pájaros y flores.
Otros, infierno y brujas espantosas.
Sueños y sueños para todo gusto:
cajas de azufre, paquetitos rojos.
Lágrimas o canción, amor o susto
para los niños que cierran los ojos.
Llevo en mi cesta el mágico tesoro.
¡A ver quién me lo compra, quién me llama!
Dejen afuera su moneda de oro,
y mírenme pasar desde la cama.
María Elena Walsh
La bruja
La bruja, la bruja
se quedó encerrada
en una burbuja.
La bruja, la boba,
con escoba y todo
con todo y escoba.
Está prisionera,
chillando y pateando
de mala manera.
Tiene un solo diente,
orejas de burro
y un rulo en la frente.
Que llore, que gruña,
que pique su cárcel
con diente y con uña.
El loro la chista,
se ríe y la espía
con un largavista.
A su centinela,
lechuza mirona,
le da la viruela.
Que salte, que ruede,
que busque la puerta,
que salga si puede.
¡Se quedó la bruja
presa para siempre
en una burbuja!
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