jueves, 12 de noviembre de 2020

Poesías

Cenicienta, no escarmienta. ( Guillermo Saavedra)

¿Se acuerdan de Cenicienta,
esa pequeña harapienta
cuyas hermanas mugrientas
la trataban de sirvienta?

Pues bien, una vez casada
con el príncipe y mudada
a su palacio en Posadas
no cambió nada de nada.

Se le metió en la cabeza
el furor por la limpieza
y sale a barrer las piezas
con su traje de princesa.

Por la mañana temprano,
con un cepillo de mano,
rasquetea a los enanos
del jardín y a los gusanos

que salen a ver que pasa
los lleva hasta la terraza
para sacarles la grasa
con un trocito de gasa.

Limpia ventanas y pisos
con el piolín de un chorizo
fabricado por un suizo
coloradito y petiso.

Lava ropa, seca platos,
lustra botas y zapatos,
por la tarde baña patos
mientras encera a los gatos.

El príncipe Sinforoso,
se empezó a poner nervioso
cuando él se pone mimoso
ella se va a planchar osos.

Y es probable que algún día
e diga: “Querida mía
no soportó esta manía”
vete a bañar a tu tía.


Caperuza Cocinera ( Guillermo Saavedra)

Ya es grande, Caperucita,
se convirtió en Caperuza;
vive en Santa Teresita
y es maestra de lechuzas;

les enseña a abrir los ojos
bien grandes toda la noche
para ver como los piojos
salen a pasear en coche.

Se casó con un cartero
que conoció en Chacabuco,
donde fue a comprar ruleros
y a jugar torneos de truco.

Cuando llega el carnaval,
disfrazada de lenteja,
inaugura un festival que organizan las almejas.

Es feliz, ya no se acuerda
de ese día tan terrible
cuando, por ser medio lerda,
se la comió un lobo horrible.

Sin embargo, algunas veces,
cuando está muy aburrida, el lobo se le aparece
 y ella le hace la comida.


Fiesta de disfraces (Silvia Shujer)

¿Oyeron de una fiesta?
¿Supieron, además,
de mil y un invitados
que fueron con disfraz?

El baile fue en el barrio,
la idea de un señor
que siempre había soñado
vestir de emperador.

Vecinos buenos mozos
con traje de pingüino
servían en bandejas
licor y jugos finos.

Había odaliscas,
payasos, hawaianas,
bomberos voluntarios
y diez peces banana.

Piratas, marineros,
sirenas y marcianos.
ratonas, conejitos
y seis dioses romanos.

La reina era una dama
con aros de cereza,
llevaba una frutera
danzando en su cabeza.

Y todo era jolgorio
sonidos, esplendor,
hasta que entro un vampiro
y con él entro el terror.

¡Qué susto madre mía,
tamaña aparición!
A todos les dio miedo
con muy justa razón.

Traía de la mano
un hada con aguja,
un búho embalsamado
y una muñeca bruja.

La gente no sabía
si aquellos invitados
también eran vecinos
o tres monstruos colados.

La cosa es que por suerte
fue un susto pasajero
porque el vampiro era
el viejo almacenero.


 

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