miércoles, 20 de octubre de 2021

Cuento: "El mono y el yacaré" Autor: Gustavo Roldán

A la orilla del río, mientras tomaba agua, el monito escuchó los rugidos del yaguareté.

La única salvación estaba en cruzar el río, pero el monito no sabía nadar.

Y el río era hondo a más no poder.

Ahí estaba, sin saber qué hacer, cuando vio que se acercaba el yacaré.

El yacaré era todavía más peligroso que el tigre. Tenía una boca más grande y más dientes que el tigre. Era más peligroso que el tigre.

Y cada vez se acercaba más.

—A usted lo estaba esperando, amigo yacaré.

—¿Para qué me esperabas? ¿No sabés lo peligroso que es estar cerca de mí?

—Para contarle lo que dicen mis hermanas. Tengo tres hermanas muy lindas que siempre lo nombran.

—¿Qué dicen?

—Dicen que tiene la boca chiquita, que tiene la piel muy suave, que tiene los ojos muy dulces, y les gusta mirarlo cuando usted está tomando sol en la otra orilla del río.

—¿Tus hermanas viven en la otra orilla?

—Sí, y si quiere, ya mismo vamos para allá y se las presento.

—No perdamos tiempo. Subite a mi lomo, así tus hermanas ven cómo te llevo y vos me las presentás.

El monito pegó un salto más que rápido, porque ya oía el rugido del yaguareté que estaba llegando al río.

El yacaré se largó al agua y comenzó a nadar.

—Contame de nuevo qué dicen tus hermanas.

—Que usted tiene una boca chiquita, que tiene los dientes más parejos y blancos y que tiene una piel lisa que debe ser muy suave.

—¿Las tres dicen eso?

—Sí, sí, las tres –dijo el monito, suspirando aliviado porque ya lo veía al yaguareté llegando a la orilla del río.

—¿Y las tres son muy lindas?

—Muy lindas, así dicen todos, pero ellas sólo piensan en usted.

—Bueno, ahora me van a conocer. Y yo voy a elegir una para que sea mi esposa. La más linda voy a elegir.

—La que usted prefiera, amigo yacaré.

Y siguieron nadando.

Dos veces más el monito tuvo que repetir lo que decían sus hermanas, y lo que más le gustaba al yacaré era que decían que tenía la boca chiquita.

Y siguieron nadando hasta llegar hasta la otra orilla.

El monito saltó a tierra y le dijo:

—Ahora espéreme aquí, que las voy a buscar para que vengan a conocerlo. Usted quédese tomando sol hasta que volvamos. Y dio un salto, se trepó a un árbol y se perdió en el monte.

El yacaré se quedó tomando sol en la orilla del río.

Y ahí está todavía, esperando. Por eso los yacarés siempre están siempre tendidos a la orilla del río. Están esperando que vuelva un monito trayendo a sus tres hermanas, para elegir a la más buena moza.


 

 Ediciones Colihue | El mono y el yacaré | Gustavo Roldán | 950-581-479-8

 

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