Un hombre que vivía en Buenos Aires soñó que en un lugar de la selva un león estaba a punto de comerse a un niño.
En el sueño, el león tenía abiertas sus fauces y a su lado el chico estaba paralizado de miedo. Cuando el león abrió aún más su boca y estaba a punto de tragarse al chico, el hombre se despertó.
Todavía asustado por la pesadilla, el hombre saltó de la cama y caminó hasta la ventana de su cuarto. Estiró los brazos, abrió la boca casi como el león de su sueño, y bostezó largamente.
Un ciclista que justo pasaba por allí vio la boca abierta y los brazos estirados del hombre y él mismo bostezó, frenando su bicicleta para dejar paso a un colectivo.
El chofer de la línea 39 miró al ciclista y quedó contagiado de su bostezo.
El pasajero que iba en el último asiento vio por el espejo cómo bostezaba el conductor y bostezó él, sacando la cabeza por la ventanilla.
La viejita que estaba parada en la vereda, esperando que pasara el coche que llevaba al presidente argentino y al de Senegal, bostezó contagiada por el hombre del colectivo.
Al pasar saludando, el presidente argentino miró a la viejita y bostezó. De inmediato le pidió disculpas a su colega de Senegal, sentado a su lado, quien también bostezó.
La imagen de los dos presidentes bostezando pudo verse en el televisor de un hotel de la República de Senegal. Del grupo de turistas japoneses que salían del hotel senegalés, el último alcanzó a ver la pantalla del televisor de la recepción, donde estaban dando el noticiero, con las dos bocazas de los presidentes bostezando. El turista japonés bostezó antes de subir al ómnibus turístico y contagió a un guardaparques que pasó por ese mismo lugar a toda velocidad en su jeep.
Al bostezar, el guarparques contagió al jefe de los zulúes, que estaba escondido entre las palmeras que bordeaban el camino, esperando la oportunidad para atacar la ciudad.
Uno a uno fueron bostezando los quinientos guerreros zulúes y el último de ellos contagió a un gran pájaro verde y rojo que pasó volando sobre su cabeza.
El gran pájaro verde y rojo se posó sobre la rama de un árbol y abrió su enorme pico, demostrando así que los pájaros también bostezan. Pero debajo del árbol había un león a punto de comerse a un chico.
Al ver bostezar al pájaro, el león abrió aún más grande su boca, sin poder evitar el bostezo, que vino acompañado de un rugido tan grande que asustó a toda la selva.
El chico aprovechó el interminable bostezo del león para escapar.
El bostezo siguió contagiando, en dirección sudoeste. Pasó por miles de personas, subió a un barco, desembarcó en Bahía Blanca, los camioneros lo trajeron a Buenos Aires...
Hay un solo bostezo, el único.
Hay un solo bostezo, siempre el mismo, que va de un lado a otro y ahora viene hacia aquí... ahhhhh...
FIN
“La boca del león” en Botella al mar
© Ricardo Mariño, 1999
© Ediciones Santillana S.A, 2014
Ilustraciones: © Nadia Mastromauro
¿Quién apaga las estrellas? - ECuNHi / Ministerio de Educación
© Ricardo Mariño, 1999
© Ediciones Santillana S.A, 2014
Ilustraciones: © Nadia Mastromauro
¿Quién apaga las estrellas? - ECuNHi / Ministerio de Educación
Con el objetivo de afianzar la escritura como herramienta para crear nuevos universos ficcionales el Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECuNHi) y el Ministerio de Educación llevaron adelante estos Concursos Nacionales de Cuentos, dirigidos a chicos de 8 a 13 años.
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